Tal y como apunté en mi anterior artículo -publicado el pasado 23 de octubre- "The Ocean Cleanup" es un sistema que pretende eliminar los restos plásticos de los océanos. La idea original es de un joven holandés, Boyan Slat, que abandonó sus estudios de ingeniería espacial para dedicar todo su tiempo a este ilusionante y apasionante proyecto. Ignoro las peripecias que habrá tenido que sufrir para lograr su costosa financiación, pero se ve que ha sido capaz de convencer a muchos empresarios para que le apoyaran a constituir The Ocean Cleanup Foundation, puesto que, como he dicho con anterioridad, ya se está ejecutando.

El sistema, en principio, consta de una tubería flotante de 600 metros de longitud, de la cual cuelga una cortina de plástico de tres metros. La tubería flotará libremente en el mar, sujeta a las corrientes y vientos de la zona, aunque sus movimientos siempre estarán vigilados por satélite para que adopte la forma de U prevista por los ingenieros que han redactado el proyecto. Enfrentada al gran ''parche'' de plástico e impulsado por las corrientes marinas el material flotante se irá acumulando junto a la tubería, sin que pueda superarla por debajo de ella debido a la cortina de plástico colgante.

Periódicamente, cuando la cantidad de basura acumulada sea importante, se acercarán a la barrera unos buques que la cargarán en grandes bigbags para llevarla a unas instalaciones terrestres donde será debidamente tratada y reutilizada. Con este sistema -crucemos los dedos para que dé el resultado que esperan sus promotores- se espera que en 2020 el ''parche'' del Pacífico quede reducido en un 50%, un regalo que nuestros herederos sabrán agradecer.

Como es natural, antes de ser lanzado al mar el SYSTEM 001 -ese es su nombre oficial- ha sido sometido a infinidad de pruebas, primero a escala y luego con elementos de mayor longitud en las frías aguas de los mares escandinavos. Tras los magníficos resultados obtenidos se llevó cabo otra prueba -esta frente a las costas de San Francisco, en EE UU- con un elemento de 120 m. de longitud, que no hicieron sino constatar las buenas sensaciones obtenidas tras los ensayos iniciales. Por ello, ya desde el ocho de septiembre p.p. navega hacia el gran ''parche'' el elemento de 600 m. previsto en el proyecto.

El resultado final, a pesar de las buenas perspectivas que ofrece, es una incógnita que no se despejará hasta dentro de unos meses, y ello debido a que la mar oceánica no es una balsa de aceite. Los vientos que a menudo azotan la zona donde se halla el gran ''parche'', el hasta cierto punto imprevisible movimiento del mar con olas que alcanzan varios metros de altura, no garantizan el éxito a pesar de los cientos de pruebas que el sistema ha sufrido. A la madre naturaleza no se la puede domeñar. Si en tierra firme, a pesar de los medios que los humanos empleamos para evitar las funestas consecuencias de terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, etc., los resultados son con frecuencia descorazonadores, ¿qué podemos esperar de los efectos que una mar bravía puede causar en este ''invento'' humano? ¿Podrá aguantar la tubería los embates de las olas sin partirse? Y la cortina de plástico que impedirá que los elementos que flotan superen la tubería, ¿no se descolgará de ella y acabará en el fondo del océano? Quién lo sabe?

Sea cual sea el resultado del proyecto, creo que es importante señalar la generosidad de los patrocinadores. Los empresarios desean que sus empresas sean rentables, y no es frecuente encontrarlos cuando los resultados son inciertos. Ojalá en esta ocasión su aportación produzca lo que la humanidad espera.