Noviembre comienza siempre igual. Tras una noche de sobresaltos. Después de un treinta y uno que recuerdo -en mi infancia- vestía de don Juan Tenorio, de doña Inés, la Santa Compaña, de historias de miedo en casa, de aullidos y desasosiegos. Noche de sudores fríos, de cabezas bajo las sábanas. Decían las señoras mayores que esa noche no se podía salir de casa, porque andaban las ánimas del Purgatorio en procesión, con velas encendidas, capuchas de frailes, arrastrando cadenas? y que anunciaban la muerte de aquel que pillaran. Yo me imaginaba la comitiva tal como lo contaban y hasta escuchaba las cadenas y los rezos, sudando escondido entre la ropa de la cama. No me atrevía ni a mirar por la ventana. Era noche de recogimiento, de vida en casa. Y como hubiera tormenta o fuera la noche de lluvia y viento? se pueden imaginar. Siempre había alguna ventanilla desajustada o mal trancada que chirriaba o crujía. Todo se configuraba para ponernos el alma en vilo.

Ahora arrasa Halloween, que debe buena parte del éxito de su implantación, en este país de tradiciones bastante más ricas que este engendro, a la ardua tarea de tantos y tantas profesores y profesoras de inglés que encontraron un filón en este carnaval eróticofestivo que llaman "Jalogüín". Me quedo con lo que les contaba, qué quieren que les diga.

Pero, ahora que ya casi no tengo miedo, que puedo visitar el cementerio y estar sin agonías, cierro los ojos y pienso en las cosas que realmente importan. En las personas, en su piel, en su recuerdo, en su voz. Pienso? en su presencia caminando cerca de mí. En lo que importa. En que regresen cuando se han ido. En que no sufran nunca. En llegar a entender que el único éxito para cualquiera es ser feliz. Y que no hay que buscarlo sólo en las grandes metas y en las grandes causas o en horizontes lejanos, donde las palabras son casi siempre mentiras. Que la felicidad se encuentra en los asuntos cotidianos. En que te besen, alguna vez. En que compartan contigo el pan de cada día. En que su luz sea la tuya. Las cosas importantes son mucho más simples que las que pintan estos tiempos "suaves" que nos carcomen. Faltan -y lo digo una vez más- sensibilidad y delicadeza. Y ternura. Y faltan porque no sabemos lo que de verdad importa. Importa que la vida sea más vida y no ser un muerto caminando entre los vivos. Ahora, que comienza noviembre con el Día de Todos los Santos. Añorando las almas y caricias de todos los que ya no están con nosotros. De cuantos desaparecieron y que tanto nos importaban. Muchas veces ni lo sabíamos hasta que se fueron? por eso maldecimos, maldigo, los días perdidos, los minutos gastados, los gritos, los errores, los malos ratos, los amores a cuentagotas.

Comienza noviembre en este país de nimiedades? en el que todo es tan banal? el imparable Halloween, que no me estimula nada. Sólo la certeza de saber que lo que realmente importa es tener ojos y piel y voz y olor? mirarte, rozarte, cantarte, respirarte. Que no sufras nunca. Ni tú ni yo ni nadie. Y hacer lo que se pueda para eso. Y un poco más. Ese, precisamente, es el éxito. Ahí está la felicidad. En dar, en sentir, en ser, en agradecer.

Comienza noviembre y recorreré los caminos de cada día contemplando el pasado: las ausencias, el vacío, los trozos de mi puzle. Las flores en los cementerios nos recuerdan lo que realmente somos: casi nada. Vive: piel, ojos, voz, olor. El resto es silencio, proclamaba Hamlet mientras agonizaba. Lo demás no importa. Los demás sí.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es