Se suele decir que los caminos del Señor son inescrutables. Pero la dificultad para discernir una lógica en los renglones torcidos con los que escribe la divinidad no existen en los asuntos meramente humanos.

El denominado caso Grúas, que afecta al presidente de Canarias, Fernando Clavijo, ha saltado de nuevo a los titulares de los medios informativos debido al largo retraso que está sufriendo un informe que debe realizar la Fiscalía del Estado ante el Tribunal Superior de Justicia de Canarias. La Fiscalía, dentro del sistema de Justicia español, depende directamente del Gobierno de turno, que es quien nombra al superior jerárquico de todos los fiscales de España. O lo que es lo mismo, es el ámbito de la administración de Justicia que resulta más directamente permeable a la contaminación política.

Clavijo está en medio de una carrera contra reloj. Si el informe de la Fiscalía llega al TSJC antes de que se quede sin aforamiento, podría esperar que el Alto Tribunal canario resuelva dejarle en paz (es una de las dos opciones a las que se enfrenta). Si se retrasa, su caso pasaría de nuevo a un juzgado ordinario, con lo que el proceso se situaría en una instancia que le llevaría de cabeza -con recurso de por medio- hasta la Audiencia Provincial de Tenerife, donde dicen que le están esperando con una escopeta de perdigones cargada con postas. En todo caso, el proceso se alargaría en el tiempo perjudicando su campaña electoral.

El presidente puede tener la razonable sospecha de que la mayor neutralidad que puede esperar la tiene en el Tribunal Superior. Que además es la instancia en donde su caso se puede resolver en el menor tiempo posible y ''que pase de mi este cáliz''. Por eso ha hecho público un pronunciamiento en el que denuncia el retraso injustificado de ese informe de la Fiscalía, en la actualidad perdido en los meandros de Madrid. La acusación, identificada en los grupos políticos de la oposición en La Laguna (Podemos y Nueva Canarias, en su versión local) enseguida ha puesto el grito en el cielo ante el interés de Clavijo de que resuelva el TSJC y ha denunciado la falta de neutralidad de su presidente, Antonio Doreste. Todo esto, naturalmente, a nivel mediático. Y sin ninguna prueba de nada. La política en estado puro. Clavijo quiere que su caso se resuelva cuanto antes y sus denunciantes -con Santiago Pérez a la cabeza- quieren que se dilate todo lo posible. Clavijo denuncia la falta de neutralidad de la Fiscalía. Pérez la del juez Doreste. Y de todo ese batiburrillo, lo que se transmite es una sensación de falta de neutralidad de los que deciden sobre las vidas ajenas.

Eso se percibe claramente tanto en la protesta de Clavijo para que su caso no caiga en un juzgado de Tenerife como en el interés de los denunciantes porque si lo haga. El retraso en el informe de la Fiscalía coincide -aunque sea involuntariamente- con un interés: que el tiempo pase para que el desaforamiento se produzca antes de que el Tribunal Superior pueda entender sobre el asunto. Y eso es sintomático. Si el TSJC imputa a Clavijo, no hay problema. Si pierde el aforamiento, el caso bajaría hasta un juzgado ordinario. Pero si le da carpetazo al asunto, se acabó el caso Grúas. Y esa segunda posibilidad es la que se está tratando de evitar porque sin informe no puede haber pronunciamiento. Da exactamente igual que la Fiscalía esté a favor de la imputación o considere que no hay razones para ello (ya ha sostenido las dos posturas en dos ocasiones diferentes) lo que resulta relevante es que no llegue a tiempo.

Los partidos políticos asisten a este espectáculo con un alto desinterés. Entienden que no va con ellos. Que es un problema que atañe exclusivamente al presidente y que con su pan se lo coma. Aquí cabría recordar aquella vieja frase de Bertold Bretch. "Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero, tampoco me importó. Mas tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde".

La política española ha decidido exterminarse en los juzgados. Tenemos bastantes ejemplo de ello y sentencias inverosímiles. En el mundo judicial, estragado por las polémicas, las ideologías y la falta de recursos, existen pocas certidumbres. Este es un país donde todo el mundo es culpable hasta que demuestre lo contrario. Y a veces, aunque lo demuestre. Es normal que Clavijo tenga la mosca detrás de la oreja.