Aunque fuera analfabeto, el empresario británico Jeff Pearce se hizo millonario gracias a su ingenio en los negocios. Ocultaba su ignorancia lectiva hasta en los restaurantes, utilizando a su mujer con una socorrida excusa que hizo universal en cada cena con colegas de profesión: "Mi marido nunca elige bien, y soy yo la que siempre acierto con la carta de entrantes". En la Edad Media, los juglares y trovadores transmitían el mensaje literario a la población analfabeta mediante audiciones colectivas; por ello, la mayoría de la literatura medieval estaba escrita para ser recitada o cantada y, por tanto, era totalmente dependiente de la oralidad y emparentada con la música. Nuria es la abuelita carismática que todos tenemos en nuestros barrios. Su empuje y vitalidad, aderezados con su condición de iletrada, pujaban cada semana a la hora de ir al banco para conocer cuántos "ebros" tenía en la cartilla. Qué casualidad, pero siempre se olvidaba las gafas y solicitaba a la simpática cajera que le leyera los recibos: "Claro que sí, doña Nuria, yo suelo olvidarlas en casa también". Con la esperada aprobación de la ley que modifica el Régimen Económico y Fiscal de Canarias (REF), que queda anclado en el Estatuto de Autonomía, el analfabetismo comedido frente a un documento de tal magnitud sigue su proceso de maduración. La gran asignatura pendiente del Gobierno canario suspende por falta de didáctica, pedagogía y desconocimiento. El nuevo REF no parece que vaya a aprender la lección de la falta de campañas explicativas e informativas del anterior, carente de mimo y cariño para hacer entender a todos los canarios la necesidad de ese suero esencial para la economía frente a los gigantes peninsulares. Ni Pepe, Margarita, José, ni el ciudadano medio residente en las Islas sabe que el REF nos beneficia en el transporte de residentes o en los productos agrícolas e industriales canarios; incide en la electricidad y en el precio del agua; favorece a los investigadores y artistas dentro y fuera del Archipiélago; o que supone un paso importante en materia de energías renovables y turismo. Se trata solo de un producto al alcance de unos pocos; de doctos en economía y algunos políticos y eruditos de las ciencias económicas que sí conocen el lenguaje fiscal. Sin irnos muy lejos, miramos al norte de España. El Concierto Vasco, que supone un acuerdo bilateral entre dicha comunidad y el Estado para regular sus relaciones en materia de impuestos y finanzas, representa un buen ejemplo de didáctica al servicio del pueblo. Hasta los más pequeños, escolares, tienen un ligero conocimiento de las bondades y beneficios de este documento cuya última reforma fue aprobada bajo los gobiernos de Aznar e Ibarretxe con carácter indefinido. Un médico, un camarero o un panadero son perfectamente conscientes de sus ventajas; en Canarias, no se repite esa ecuación. En los colegios, institutos o universidades se enseña el Concierto Vasco para que los contribuyentes sepan "de qué va esta historia". En nuestra tierra, probablemente no se vaya a hablar en los botellones, tampoco en las peluquerías, y, mucho menos en las gradas de los campos de fútbol, pero es necesario y hasta un derecho traducir la nomenclatura farragosa de la parte económica con el objetivo de luchar contra el analfabetismo que genera esta herramienta. A manera de escribanos de Harvard, las explicaciones del REF en la página web del Gobierno de Canarias dan buena cuenta de la imperiosa premura de una traducción llana y asequible, realizada con esmero para una pedagogía ligera. No hables más alto para intentar entenderlo; el REF sigue siendo tu amigo analfabeto.

@Luisfeblesc