Una de las cosas que distingue a nuestro mundo moderno es que hemos perdido la sutileza. Vivimos la eclosión de la brevedad, de la condensación de los argumentos, del titular en ráfaga corta. La gente quiere emociones, pero no está para entretenerse demasiado buscándolas. Hoy la moda no es leerse los libros, sino el resumen de la solapa. No es escuchar un discurso, sino leer un tuit. Una serie es mejor que una película, porque son muchas dosis cortas. Aquí te pillo y aquí te mato y a otra cosa mariposa.

Tanto se ha perdido la sutileza que ya no existe el menor esfuerzo por adornar las cosas que pudieran ser inconvenientes o polémicas. No tanto por un afán de sinceridad o de transparencia, cuanto porque se tiene la convicción -probablemente muy cierta- de que a la gente se la refanfinfla perfectamente todo. Y de que, en caso de que se escandalice, el rechazo va a durar lo mismo que el recuerdo. O sea, nada.

Es el caso, por ejemplo, de los representantes políticos de Cataluña que no tienen el menor empacho de decir que no apoyarán los presupuestos generales del Gobierno de Pedro Sánchez si este no interviene para que los jueces y fiscales dejen libres a los independentistas encarcelados. El sentido común establece que si quisieran negociar la libertad a cambio de sus votos, el secreto sería esencial para que saliera bien el cambalache. Luego o quieren que sus compañeros sigan en el talego para siempre jamás o no se entiende.

Los guisos políticos ya son de sal gorda. Tan evidentes y obvios que ya no se sabe si es torpeza o provocación. La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, se ha marchado a la Ciudad del Vaticano para hablar con el secretario del Estado de la Iglesia, Pietro Parolín, de la exhumación de los restos del dictador Franco. Pero también para hablar de dónde no quieren que se entierre de nuevo, según ha anunciado su familia. Porque si se lo llevan a la catedral de La Almudena, en Madrid, al PSOE le va a salir el tiro por la culata.

Calvo ha tenido la poca sutileza de transmitir que además de ese importante tema se han tratado otras fruslerías. Se ha hablado de los fondos que van a la Iglesia en España y de la situación de sus propiedades y del pago de impuestos. Dicho de manera más sencilla, Carmen Calvo ha ido a negociar con la pasta en una mano y la pistola en la otra. No es que resulte sorprendente, ni muchísimo menos. Es lo que todos pensaban que iba a hacer el Gobierno socialista: enseñarle al Vaticano el palo y la zanahoria. Lo sorprendente es que ni siquiera se molesten en disimular. Como si fueran conscientes de que da igual porque esas cosas no le llegan a la gente de la calle salvo que alguien haga un chiste en las redes. Pero sin mucho texto.