Decía hace poco Santos Juliá que actualmente no hay excusa para no conocer todo lo relativo a la II República y Guerra Civil por ser innumerables los libros publicados. Stanley Payne en su último libro también se rinde a esa plétora. A pesar de esa realidad objetiva, la idea de una vulgata con una versión escolástica gubernativa de sesgo guerracivilista como "verdad oficial de Ministerio", sigue avanzando en descubierta.

Hasta no hace mucho pensaba que la derecha española había sido nefasta para España. Pero sin haber prestado nunca ninguna atención a la izquierda, esa es la verdad. Zapatero, con su Pacto de Tinell y la acusación constante de "derecha extrema" (concepto que ZP aportó a la Ciencia Política), acometió, con claro propósito, la estigmatización, persecución y exclusión (vía sectarismo institucional) de la derecha. La pretendida legitimidad mostrada para ello y tanta falta de ideas me hicieron, tarde, recapacitar. Felipe había sido el paréntesis glorioso de la izquierda. La izquierda de la República tampoco fue objeto de mi interés,222 porque yo había sido también izquierdista. Otro creyente.

Habiendo sido testigo por edad de tanta historia, evolucionado, perdido prejuicios, ganado conocimiento y experiencia me sobrevino una sospecha: ¿Y si la izquierda española fuera no ya igual a la derecha, sino aún peor? Tenemos los libros, las listas, nombres, declaraciones, amenazas, archivos; los hechos históricos milimetrados que son categóricos, contabilizados, objetivos. Está todo. Todo está en los libros, en montañas de libros de distintos autores. Una izquierda en pie (muy luchadora como lleva a gala) y frontal durante todo el siglo XX, que ha protagonizado sin parar hechos que fueron tan ciertos como la sangre derramada: Semana trágica, levantamientos y conspiraciones, sublevaciones armadas izquierdistas contra la República, Largo Caballero, Pasionaria, checas, sacas, justicia popular, persecución religiosa y política, negación absoluta de la derecha que es negación radical de la convivencia. Fue el Frente Popular y en ningún caso la República, el que ostentó la total hegemonía política y militar expresamente marxista. La República, como sin duda sospechamos, jamás gobernó, como tampoco lo hace la Constitución. Lo hacen grupos políticos nada cándidos, ni inocentes ni víctimas cuando ellos dominan. La República hoy tiene seguidores no porque sea un anacrónico texto fracasado, sino por la gran promesa que representa de un país que ha extirpado para siempre a la derecha.

Estoy en Washington y de visita a la mayor biblioteca del mundo, la del Congreso; te acuerdas de la "Memoria histórica" y el doctor Sánchez, y has de sonreír.