Llama la atención profundamente que los socialistas, llamados en buena lid a ser los que fraternizarán de nuevo España, hayan vuelto con algunas caras nuevas y muchas ideas viejas. Nunca se vio a un presidente quedarse sin dos ministros en cien días y tener que hacer cambios de carteras. Lo justificarán como el sumun de la honestidad, pero dice muy poco de la gran esperanza blanca que nos prometían. Vendidos al populismo y a independentismos están atados de pies y manos y lo saben. En toda España sus aspiraciones les irán bien o mal dependiendo de cómo le vaya a su líder, el ínclito Pedro Sánchez. Si le va bien y aguanta las presiones políticas psicopáticas, la cosa puede ir bien. Pero hoy no le va como esperaba, y si me preguntan, ejerciendo de zahorí, yo vaticino elecciones en diciembre. El PSOE hoy no puede desarrollar su proyecto de esta guisa.

Pero hay más, cuando muchos pensábamos que los de Sánchez iban a jugar el papel de padres de la Transición, resulta que están jugando a hijos de la Guerra Civil. Antítesis de lo que llevó a cabo Felipe González con un éxito fácilmente medible por su tiempo en la Moncloa. Presentándose pues como el partido para regenerar esta patria nuestra, resulta que se han convertido, muy equivocadamente, en los justicieros de una guerra civil que ocurrió, dentro de poco, hace casi 100 años. Una herida que cerraron las Cortes, en las que entraron Dolores Ibárruri con Santiago Carrillo y con Manuel Fraga (exministro de Franco), y se logró cicatrizar lo impensable. Pero lo que más jode es ver cómo se saltan los acuerdos de Estado que habían sido suscritos por el Gobierno anterior con Canarias. Y eso a Patricia Hernández y Pedro Martín, como mirlos blancos, les viene de pena.

@JC_Alberto