Por primera vez en su bicentenaria biografía, el Museo del Prado acudió a la popular fórmula del micromecenazgo para la adquisición de una pequeña obra maestra de Simón Vouet (1590-1649) sobre la que dispuso de una ventajosa opción de compra. Acogido a la protección y mecenazgo de Luis XIII y junto a Nicolás Poussin y Claudio de Lorena, este original creador parisino representó la cumbre de la pintura francesa a caballo entre los siglos XVI y XVII, periodo del que la institución madrileña conserva una excelente colección, en cuanto a calidad pero no en cantidad, debido fundamentalmente a las pésimas relaciones que existieron entre las dos primeras potencias de la Vieja Europa en la Edad Moderna.

Con una valoración razonable y, especialmente, asequible -solo doscientos mil euros- el proceso está abierto a donaciones a partir de cinco euros, que se pueden aportar personalmente y mediante giros postales e ingresos bancarios. "Retrato de niña con paloma" es una pieza excelente y, sobre todo, diferente por su intimismo y gracia. Su genial desenfado, tanto conceptual como técnico, completa las vertientes religiosa -"Sagrada Familia con Santa Isabel y otros santos"- y mitológica - "El Tiempo vencido por la Esperanza"-, de los dos grandes lienzos que conserva la pinacoteca nacional.

Con esta acción, bastante habitual en centros culturales y artísticos de Europa y América, se abren nuevas posibilidades para nuestro primer museo que cruzó con éxito la frontera del siglo XXI y que, en la última década, pese a la crisis y los severos recortes gubernamentales, adquirió obras sobresalientes -entre otras un Brueghel "San Martín y la Fiesta del Vino", y un exquisito Fra Angelico, "La Virgen de la Granada"- y, también por primera vez desde su fundación en 1819, obtuvo unos discretos y celebrados beneficios.

El hermoso retrato de Vouet está expuesto en un espacio céntrico, con un montaje preciso con paneles informativos y vídeos que explican tanto la vida y la obra del artista como las circunstancias concretas de esta tela. Es una buena fórmula para fomentar la filantropía de los espectadores y los amigos del Prado y para despertar, a muy bajo coste, cierto orgullo patriótico por la colaboración en el engrandecimiento de una de las instituciones culturales de mayor prestigio del mundo.