No se pueden entender las islas, sus referencias, sus proyecciones y, sobre todo, su historia si negamos el mar. Y es que los surcos que han dejado los barcos sobre su superficie azul ahora quieta, dormida y más tarde impetuosa y rompedora por los vientos del sur vienen a ser como los renglones que acogen las letras, los mensajes que el pueblo canario ha confeccionado desde siempre.

Cuando despliegas la mirada hacia lo lejos y la distancia del horizonte se acorta, se percibe dentro de la conciencia como una especie de pálpito que se engrandece y que como cíclope gigantesco nos hace convertirnos en marinos aventureros y hasta llega a visitarte el recuerdo de los que se iban a Venezuela furtivos, bien por el muelle de Vueltas en Valle Gran Rey o por la punta de la Restinga en la isla de El Hierro.

De la misma manera que lo han cantado los poetas, lo han violentado voluntades mal nacidas que careciendo de la mínima preocupación por sus aguas y por los cantiles donde rompen, han procurado cortar sus alas azules y encorsetarlo entre espigones y artificios con el afán de doblegar su fuerza. Y al mar hay que dejarlo libre con su canción monorrítmica, con sus rompientes, arrastres y mareas, llevado de la mano de las noches de luna, porque de lo contrario, lo único que haremos es confrontar nuestra pequeñez.

Él, junto con las pardelas entona canciones del Atlántico y en las noches de verano es como un enorme pulpo cuyos tentáculos se extienden hacia el infinito, en donde las olas mecidas por sí mismas invitan a las aventuras mas insospechadas. El mar y su historia forma parte de la nuestra, como sus misterios también son parte de nuestra ignorancia. Por eso, sin él, ni entenderemos a las islas y menos aún nos comprenderemos a nosotros mismos.

Hablar del mar, aún lejos de él, es un bálsamo revitalizante que te entra por los poros de la piel ensalitrándote el cuerpo de arriba abajo. Por eso no es conveniente vivir a sus espaldas, desconocerlo en toda su extensión, porque muchas veces aún desde la lejanía lo vemos, dándonos la sensación que es como un marco azul, quieto, impávido que la naturaleza ha puesto delante de los ojos, que no tiene vida y que está ausente, lo que es un error pensar así ya que no se cansa de suministrarnos novedades que habrá que desvelar

Por él llegó la cruz y la espada, por él se fueron muchos de los nuestros engrilletados a la esclavitud y que no volvieron nunca más; mientras otros tal vez sí; a la vez que surcaron adioses y bienvenidas salpicando sus aguas con pañuelos y lágrimas.

Entretanto continúa expectante a una mejor comprensión por aquellos que aún viven sin conocerlo, porque no entenderán muchos capítulos de nuestra historia y serán ignorantes de páginas que se han escrito y que son necesarias leer para saber muchas cosas que nos proyecten, no al infinito pero sí un poco mas allá de donde nos alcanza la vista.