La visita a Canarias de la ministra de Turismo, Reyes Maroto, es una anomalía difícilmente explicable. Que un miembro del Gobierno central vaya a una comunidad autónoma y no tenga en su agenda contactos con representantes institucionales es bastante extraño. Y solo se explica porque en realidad el viaje tiene otras intenciones que las puramente administrativas.

En realidad, la ministra vino a insuflar prestigio y poder a los municipios turísticos, que pretenden lograr una existencia autónoma e independiente del Gobierno canario. Y en la trastienda subyace que esos municipios tienen un enorme protagonismo de alcaldes del PSOE, con lo que el Pisuerga, además, pasa por Valladolid. Ese es el juego político habitual que todos -todos- hacen.

El nuevo responsable de Turismo de España, Héctor Gómez, aparece como el candidato más probable para haber gestionado el viaje. Y el olímpico pasotismo de la ministra con las autoridades autonómicas ("problemas de agenda") es un clarísimo mensaje: el PSOE canario tiene hilo directo con el Ejecutivo central, sin necesidad de pasar por el Gobierno que ocupan los nacionalistas.

Todo esto se explica en clave electoral. El creciente olor a urnas hace que los partidos políticos estén extremando las actuaciones desde el punto de vista de la imagen. Pero en términos institucionales, es un fiasco. Canarias vive momentos de extrema relevancia desde el punto de vista del turismo. Las imprevisibles consecuencias del "brexit"; el retroceso en el número de visitantes -por la recuperación de mercados tradicionales de países del Mediterráneo- o la subida del precio de los combustibles hacen pensar que estamos aterrizando en el previsible final de la burbuja turística que hemos vivido en los últimos años. Y cuando la economía se enfría los pobres son los primeros en coger la gripe.

Habría sido interesante conocer la opinión de la señora ministra sobre estas incertidumbres y sus consecuencias. Pero además de no tener en su agenda espacio para las entrevistas institucionales, tampoco parece haberlo tenido para comparecer ante los medios de comunicación. Debe ser cosa de que a los reyes, aunque sean Marotos, no les gusta alternar con una prensa que solo da disgustos.

La ministra debería aprender de la sensibilidad de su presidente Sánchez, que fue capaz de irse a Valencia en viaje oficial para asistir a un concierto, pero sacó tres cuartos de hora para acudir a una entrevista con el presidente de la comunidad. No ha sido el caso. Y lo que viene a demostrar es que la brecha entre Madrid y Canarias no hace más que abrirse. Algo que resulta sustancialmente malo para las islas. Tenemos muchos calderos al fuego con la administración del Estado y el "mal rollito" perjudica las expectativas de una comunidad que, bien entrado septiembre, sigue sin tener firmados los convenios por los que se obtiene buena parte de los fondos extraordinarios para carreteras o empleo. Y cuanto más se tarde, más peligro corremos de perderlos. Porque vienen curvas.