Es lo que siento cuando visito una gran superficie, y no es de ahora que soy ochentón, ya cuando se inauguró el Alcampo, que tenía 30 años menos, sentí ese desasosiego. Pero esa sensación desesperante se ha repetido en varias ocasiones, casi siempre cuando me ha tocado aparcar el coche en el Centro Comercial Meridiano, que no sé por qué, pero cuando voy a buscarlo nunca está dónde creí que lo había aparcado y me he pasado un buen rato intentando encontrarlo. Algunas de esas veces incluso pensé que me daba un soponcio, y parece que no soy el único al que le ha sucedido. Por eso a mi amigo Luis, que lleva cortándome el pelo más de 40 años en la barbería de Calderón de la Barca, le tengo que pedir perdón por no haber ido a visitarle.

Prefiero los complejos con menos tumultos y más pequeños, como el de Punta Larga, en Candelaria, donde voy haciendo amigos. Tiene una temperatura agradable y comercios variados, puedo buscar algún regalo, poner la Bonoloto, hacerme la pedicura, o comprar el pan o el periódico en el "stand" de mi amigo Toni, negocio que lleva muy bien su hijo cuando él está ausente. Al chaval lo conocí de bebé.

En septiembre cumple Toni su tiempo de presidencia de la Asociación de Comerciantes y será sustituido por otro compañero. También se va Tina, la gerente, que aunque pierda algo de dinero en su jubilación, le quedan dos años, ganará calidad de vida y estará más tiempo con su marido, que también se jubila. Con sus hijos ya con la vida hecha, disfrutará de tiempo libre y podrá quitarse de encima las grandes obligaciones y responsabilidad del cargo. Tina es muy trabajadora, la conozco desde que estuvo en el Centro de Rehabilitación y siempre ha sido una mujer activa. La sustituirá Rosi, a quien también conozco.

En el centro hay tres peluquerías, pero por comodidad elegí Spacio1, donde Anabel, una chica boom del calibre 183, como decía la canción de mis inolvidables tiempos de estudiante: "Margarita se llama mi amor, Margarita Rodríguez Martel, una chica, chica, chica boom?", me corta el pelo. También me hacen la pedicura, pues uno ya no es tan ágil y me cuesta llegar para cortarme las uñas de los pies. Las manos me las hago yo solito. Pero siendo sincero echo en falta las conversaciones con los habituales de mi barbería de toda la vida, cuando dialogábamos de fútbol, política y otros temas y cuando alguien contaba un chiste picante y nos echábamos unas risas. Aquí me tratan muy bien y encuentro que las mujeres son mucho más prácticas en el trabajo. El otro día, mientras esperaba mi turno, se me acercó una señora y preguntó que si la encontraba guapa, parece ser que será Reina de los Mayores en Candelaria, y uno que es muy respetuoso contestó que sí y ella se fue muy contenta. Dijo que los hombres teníamos mejor opinión de la belleza que las féminas. Si ella lo dice, será así.

Donde siempre me tratan estupendamente es en la Cafetería Atlántida, bien para tomar un café o para degustar una cerveza, y considerándome un gran cervecero, tengo que reconocer que la que me sirven es de muy buena calidad, diría que la mejor con diferencia respecto al resto de marcas. Dado que tirar para casa no es delito, me gusta que la de barril, muy refrescante, sea Reina.

Además de para consumo, el centro se ha convertido también en zona de entretenimiento de la Villa. Tienen mercadillo y actividades los fines de semana que se abarrotan, sobre todo de gente de la capital, y con permiso de Bermúdez, diría que Candelaria tiene más movimiento que Santa Cruz los sábados y domingos. Lo que funciona bien es el cine, pues ponen las mismas películas que en la capital. Este centro comercial es básico para la prosperidad del municipio y para el empleo, pero también un buen lugar de encuentro para los mayores.

Aprovecho las últimas líneas para disculparme por un error que cometí en el artículo de El Pris, en el que llamé Borgoño a Gorgonio, el propietario de Cerámicas Tacoronte. ¡Dónde tendría la cabeza en ese momento! Espero verlo pronto y disculparme en persona.

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