Amaneció como siempre. Por la ventana del céntrico hotel se colaba el ruido que llamaba a la oración de la mezquita que se podía divisar desde mi habitación. Han sido muchas madrugadas que la llamada del imán me ha despertado y ese mismo arrullo me ha vuelto a dormir. Pero en esta ocasión, el canto y la llamada parecían sonar de otra manera.

Desayuné como siempre. Té de granada, pan recién horneado con crema de yogurt y mantequilla, algo dulce y más té y como casi siempre, sin itinerario pero con algunas ideas en mi mente salí a la calle.

El corazón me palpitó, mire a un lado y al otro, arriba y abajo, y no había nadie en las calles, no había ningún comercio abierto, no había ninguna barbería funcionando, no pasaban coches, no había ninguna persona que se asomara a la ventana. Giré hacia atrás y regresé al hotel observando al recepcionista que me sonrió de manera autómata. Inmediatamente pensé que algo grave había sucedido y seguramente habrían decretado " toque de queda"; Ya vivi esas situaciones en Venezuela. Algún atentado? Algún ataque? No me imaginaba la bulliciosa Estambul con esa tranquilidad, esa calma tensa.

Me volví a asomar a la puerta del hotel esperando que el recepcionista me indicase que no podía salir pero no fue así. En la calle solo paseaban algunos gatos que me supongo estarían también sorprendidos. En Estambul adoran a los gatos.

Salí ya definitivamente y me fui directamente al restaurante donde voy siempre. Con cara de asombro y algo de nerviosismo le pregunté a Murat, que estaba llegando en ese momento, ( así se llama el encargado del restaurante) que estaba sucediendo en la ciudad y porque no había casi nadie, que si había algún aviso de emergencia porque hoy era lunes y el cuerno de oro parecía haber sido arrasando por un tsunami. Murat me sonrió, y con dos palmadas en el hombro me dijo: " amigo mío, no pasa nada, estamos celebrando la mayor fiesta de la religión musulmana - Eid-al-Adha- o para que me entiendas mejor : " La fiesta del cordero". Todo el mundo va a sus casas a celebrar la fiesta con sus familiares. Estambul se queda para los turistas, los que nos visitan y los que somos de aquí. "Mañana vas a mi casa a celebrar la gran fiesta con tus amigos". Me indicó Murat.

Murat es uno de los mejores amigos que tengo en Estambul (tengo varios). El se vio en la necesidad de aprender español porque hace unos años, la ciudad más importante de Turquia vio como el turismo de habla hispana se incrementaba en cifras absolutamente descomunales. Murat me cuenta que aprendió español escuchando discos de Julio Iglesias y viendo telenovelas latinoamericanas ( especialmente Mexicanas o Venezolanas). Es por lo que Murat te puede espetar un " órale pues" o un " Chamo" en medio de una conversación seria. Murat me contó que después se inscribió en un curso en el Instituto Cervantes en El Centro Cívico de Estambul y pasó tres niveles en un solo día.

Me cuenta mi Amigo turco, que desde que aprendió Español se vio recompensado y el dueño lo elevó a encargado general porque ya sabia tres idiomas: Turco, Ingles y Español. El nombre del restaurante empezó a correr de boca en boca entre el público español que viene a Turquia y , cuando vas a comer y te sientas en la terraza a ver pasar la vida y la gente por Sultanahmet, las conversaciones en todas las mesas son en español porque se ha convertido en un lugar de referencia para los que nos acercamos unos días, de vez en cuando, a nutrirnos de un maravilloso encuentro de culturas, una mezcla de sabores, olores y sensaciones y un encanto que parece que te embruja y que hace que desees volver.

Me dice Murat que ahora se ha bajado una aplicación para seguir aprendiendo español. Que quizá se dedique en un futuro a ser un agente comercial porque ya, de hecho, lo está ejerciendo asesorando a españoles que han venido con la intención de hacer negocios, sobre todo en el sector textil.

Todas las aclaraciones de la " Fiesta del Cordero" nos las dijo en un perfecto español. -Abraham quiso sacrificar a su hijo para obedecer los mandatos De Dios, y justo cuando tenía el puñal alzado para sacrificarlo, se le apareció Dios y cambió a su hijo por un cordero-. También me cuenta mi amigo que en esta fiesta, las personas que tienen algún problema se reconcilian. Yo le dije que entonces tiene mucho parecido con nuestras fiestas de Navidad. " es casi lo mismo" dijo Murat con su generosa sonrisa.

Por eso, el pasado martes 21 cenamos en casa de Murat, en Kadiköy. Digo "Cenamos" porque éramos tres de Tenerife, una invitada madrileña y toda la familia de nuestro amigo turco. Sopa de Yogurt, carne tipo Kebap, pollo con frutos secos y salsas de berenjena. Arroz, verduras asadas con miel de la capadocia, té helado de manzana o de menta y una variedad de dulces tradicionales de Turquía absolutamente deliciosos. Fue una velada agradable, festiva, mítica, y de respeto a una tradición musulmana que tuve la dicha de poder celebrar en familia y en directo.

Ya en el ultimo té, Murat nos dijo que nos pondría su canción preferida de Julio Iglesias, y mientras saboreábamos la menta, de fondo se oía al Julio que cantaba: "Llueve y está mojada la carretera ¡Que largo es el camino! ¡que larga espera!"

*Vicepresidente y consejero de Desarrollo Económico del Cabildo de Tenerife