Los políticos comprometidos con todo aquello que afecte al desarrollo de una ciudad, de una pequeña urbe como es Santa Cruz de Tenerife, tendrán en cuenta en el desarrollo de su trabajo unas cifras que, seguro, conocerán: en solo 100 años, se ha pasado del 30% de población urbana al 66% previsto para 2050. La demografía, la tecnología y la industria, entre otros factores, tienen mucho que ver con este cambio que se avecina. En Europa, ya el 73% de la población es urbana. Esto, sin duda, es consecuencia de la transformación de extensiones rurales en ciudades, hecho que comenzó a apreciarse apenas desde mediados del pasado siglo, lo cual ha establecido nuevas normas de diseño urbanístico a cargo de técnicos que, supuestamente, han incorporado a su trabajo la participación activa (demasiado activa, en ocasiones), del sector económico, produciéndose episodios que, en algunos casos, han terminado en manos de los jueces. Los técnicos de hoy, a la hora de planificar, tienen bien presente que el turismo impone reglas. Pero, asimismo, no pueden ni deben perder de vista aquellos rincones que aun cumplen con la finalidad de lograr que los ciudadanos logren esconderse y aislarse del entorno estridente, cada día más estridente. A la sombra del flamboyán de la placita de Los Lavaderos, por ejemplo. En las oficinas técnicas se generan, a través de un montón de proyectos, todos los espacios urbanos, los atractivos y aquellos otros que transmiten controversias. Es la "admirable" consciencia de aquellos profesionales que trabajan para construir zonas que cautiven al ciudadano y que, asimismo, tengan bien presente la conservación y rehabilitación de la historia edificada de la ciudad.

El ciudadano, sin embargo, no debe soslayar el fundamental papel que articula la gestión política llamando la atención en los diferentes departamentos del camino a seguir en una nueva actuación en zonas determinadas. Pero, más importante aún, hay que tener muy presente a personas que, alejadas de despachos técnicos y de protagonismos estériles, llaman la atención continuamente sobre una serie de olvidos que corresponden a las oficinas técnicas y a los ineptos políticos sacar de las gavetas proyectos olvidados que afectan a la ciudad. Se trata de unos ciudadanos que, nada más y nada menos, quieren que la piqueta municipal deje de cometer las barbaridades que ha llevado a cabo durante estos últimos años de absoluta desidia. Gracias a la labor desinteresada de estos buenos vecinos, el Parque Viera y Clavijo, el Templo Masónico y el cementerio San Rafael como paradigmas, siguen ahí? esperando a que desde el Ayuntamiento alguien ponga los arrestos sobre la mesa y decida iniciar lo que vienen reclamando las asociaciones que protegen estos bienes importantes y bellos de Santa Cruz. No vamos a insistir sobre hechos que ya hemos narrado aquí. Pero no viene mal recordar un enclave situado en el centro de la capital, venido a menos desde que las monjas de La Asunción decidieron abandonarlo.

Hoy, no obstante, queremos reincidir sobre otro tesoro monumental que pasa por el abandono municipal y que cobró actualidad no porque desde la Casa de los Dragos se hubiese tomado alguna medida positiva, sino porque en la reinauguración de la plaza de Los Patos el alcalde, José Manuel Bermúdez, ni siquiera hizo mención al edificio Villasegura, más conocido por la Escuela de Comercio, situado a unos cincuenta metros más abajo de la plaza, y que en la actualidad presenta un ignominioso aspecto, aspecto adquirido gracias a las mallas verdes que se han tenido que instalar para "asegurar" todo el muro exterior del edificio y, lo que es más peligroso, para las personas que allí cursan hoy diferentes estudios. Cualquier cascote puede caer sobre un estudiante a la entrada. Estamos seguros de que el recordado director-periodista y propietario del Grupo El Día, don José Rodríguez Ramírez, también perito mercantil, carrera estudiada en esa Escuela de Comercio, al contemplar este penoso espectáculo, emprendería una seria campaña informativa para que, al menos, la efigie de Imeldo Serís, grabada en la fachada del edificio, recobrara el brillante aspecto que tuvo en 1939, año en el que las disciplinas de Comercio se trasladaron desde La Laguna, previo paso por el piso alto del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, a la Escuela de Comercio, "logrando una sede apropiada y a su altura en el edificio Villasegura", según Antonio Salgado Pérez, igualmente perito mercantil, quien, en un exhaustivo trabajo periodístico, deja bien claro la historia de este centro educativo, los personajes canarios que pasaron por él, la intolerable situación por la que atraviesa en la actualidad y con un titular que no necesita ningún tipo de aclaración: "La Escuela de Comercio: si Imeldo Serís levantara la cabeza". Además, el señor Salgado, históricamente, nos ilustra cada semana en EL DÍA sobre la llegada de la electricidad a las Islas. Investigación esencial.

No deben fomentarse desde el Ayuntamiento visitas al patrimonio capitalino, ya que se desembocará en un cabreo generalizado de la ciudadanía al contemplar el estado calamitoso de nuestra historia edificada.