El Bachillerato en la isla de El Hierro constituyó en sus primicias un episodio de verdadera vocación académica por parte de aquellos profesores que nos tenían a su cargo y a los que debemos recordar siempre con alta gratitud. A doña Inocencia Duran, que fue durante años la directora de la Academia, que siendo maestra nacional compaginaba unas clases con otras, impartiéndonos Literatura, Gramática, Historia y Ciencias Naturales. Don Valentín Padrón, teniente coronel retirado del Ejército, que sabia todas las matemáticas del mundo, así como un buen francés que alternaba con la contabilidad que llevaba en una agencia de transportes. El bueno de Paco Méndez, que desde el Realejo había llegado a la Isla de la mano de su hermano, el sacerdote don Eusebio, y que daba el latín que había aprendido en sus años de seminarista, de la misma manera que nos introducía en el pentagrama del solfeo musical. Y cerrando el equipo de profesores, don Armando Montoliu Marshal, sacerdote catalán que estuvo en la Isla durante algún tiempo y que se encargaba de las clases de geografía y de historia sagrada.

El curso de 1952-53 duró hasta la primera semana del mes de mayo en que nos disponíamos a recibir a los profesores que venían de Tenerife a examinarnos ya que la Academia era una delegación del Instituto de Santa Cruz. Llegaban el viernes por la tarde y regresaban en el correíllo del lunes.

Lo primero que teníamos que hacer, una vez los profesores estaban en Valverde, era la realización de una tabla gimnástica en la plaza del Cabildo, la que nos había preparado Bejarano, que era maestro nacional de San Andrés, por lo que durante los viernes de los últimos dos meses se desplazaba desde ese pueblo a la villa para en la explanada de San Juan ponernos a punto.

De esos profesores recordamos también con gratitud a don Pablo Pou, que nos examinaba de Gramática y Literatura; a don Basilio Frances, de Ciencias Naturales y Matemáticas; a don Gregorio Arnaiz, que nos obligaba a saber el Latín adecuado; a don Manuel Segura, que nos atendía a que la Geografía y la Historia estuvieran disponibles en nuestras memorias; así como el sacerdote Villasmil, que nos examinaba de Religión.

En ese curso no éramos muchos pero si más que en los cursos anteriores, donde existía un buen ambiente de compañerismo pasándonos los apuntes entre unos y otros porque muchas veces teníamos que copiarlos dado que los pocos libros de texto estaban solo para los profesores que nos impartían las materias determinadas.

Desde el Valle de El Golfo se habían desplazado a Valverde los "Villareales", como conocíamos a los hermanos Celestino, Pedro y Luis Padrón Barrera; así como del mismo Valle llegó a la villa, Manuel Hernández. Desde el pueblo de San Andrés se incorporaron al curso, los hermanos Jovita y Juan Monteverde, lo mismo que Juan Reboso e Ilusión Hernández. Y desde el Mocanal, Mary Pérez, que junto a Celina Barrera, Ana Álamo, María Victoria Padrón, Estrella León, María Isabel Gutiérrez, Florentina Álamo, Anacleto Mérida y el que esto escribe componíamos el curso 1952-53.

Mucho le debemos al empeño que tuvieron aquellos profesores para sacarnos adelante por lo que nuestra gratitud debe, al menos, quedar reflejada por los que aún andamos por el mundo y teniendo, también, en la memoria y debido cariño a los que lamentablemente ya no están con nosotros.