Un desarrollo sostenible exige, junto a las acciones concretas de transporte público y coche compartido eficaces, tener previamente las vías seguras y eficientes que garanticen, con éxito, la puesta en marcha de esas políticas destinadas a la descongestión del tráfico. Y es precisamente lo que falta en Tenerife, contar con las carreteras suficientes e imprescindibles para la cohesión territorial, social, que permita vertebrar la Isla. Insistir en la imperiosa necesidad de que comiencen las obras y que no haya más dilaciones en los proyectos, es una obligación irrenunciable, por responsabilidad y deber ciudadano. Es el momento de emprender para concluir, pues la mejor manera de terminar una obra es comenzarla, no hay ya disculpas que valgan, ni aplazamientos tolerables.

El futuro se consolida potenciando el presente y la base estructural son las infraestructuras como conjunto de medios, instalaciones, equipamientos, elementos o servicios. Son un factor primordial para el desarrollo de un territorio determinado, de la actividad económica y como consecuencia, para la creación de empleo. Todas las regiones que en la actualidad gozan de un alto nivel de desarrollo y de una economía moderna, disponen de una eficiente dotación en infraestructuras que repercute en el incremento de la productividad y favorece un efecto arrastre sobre todos los sectores económicos, dando mayor capacidad expansiva, de productividad a todo el sistema económico y social.

No ejecutar ahora determinadas obras básicas y estructurales, necesitará de un esfuerzo financiero mayor en el futuro, que puede hacer que su ejecución sea irrealizable. Las distintas administraciones públicas, cada una en su ámbito de competencia, tienen que tener conciencia de la necesidad de ahorrar, lo que equivale, aunque parezca paradójico, a invertir en infraestructuras, porque de esa manera se está consolidando el presente y garantizando el futuro.

Actualmente, Tenerife cuenta con una insuficiente dotación, especialmente en carreteras, tanto desde el punto de vista de la cantidad, como de la calidad. Sirven para vertebrar el territorio, cohesionándolo socialmente y dotándolo de mayor calidad de vida. Si no se acometen las obras imprescindibles, así como el mantenimiento, conservación, mejora de las existentes, nuestra economía quedará estrangulada, en manos del destino o del azar, siendo en ese caso, el fracaso de los que han tenido la responsabilidad pública de implementarlas. En la Consejería de Obras Públicas del Gobierno de Canarias se trabaja a dos velocidades, los hechos así lo demuestran, otra cosa son los discursos que intentan esconder esta evidencia. El ínclito consejero ha declarado con respecto a la carretera de La aldea que "en los últimos 18 meses el departamento que dirijo ha estado trabajando de manera intensa para poder adjudicar de manera rápida una obra que entendemos es prioritaria y por la que la isla de Gran Canaria lleva esperando más de 20 años" y no se ha puesto colorado. Por eso no tienen tiempo para Tenerife, hay que recordarles que la remodelación de la TF-5 lleva mucho más de dos décadas esperando su comienzo; que en su día se dijo que iba a hacerse a la misma velocidad que la Circunvalación a Las Palmas, que por cierto, ya va al 90% de la IV Fase de su ejecución, en cambio, aquí lo único que se ha ejecutado en todos estos años son dos asfaltados para lavar la conciencia y también la cara de más de uno.

Tenerife ha sido históricamente, en el conjunto de nuestra comunidad autónoma, la más desfavorecida en cuanto a la ejecución de obras en carreteras en las últimas décadas: la falta de consenso en cuanto a las prioridades, los protagonismos personales de los distintos responsables públicos, la continua improvisación, la falta de iniciativa y operatividad, la pérdida de tiempo encargando sucesivos estudios que después no se plasman en ninguna realidad, los retrasos injustificados e injustificables en los proyectos, los manidos planes de movilidad que no se han puesto nunca en marcha, la teorización y virtualidad excesiva con falta de materialidad, las promesas rotas, los plazos prorrogados y jamás satisfechos, planificaciones incumplidas; todo un despropósito que repercute en la convivencia ciudadana, afectando a las personas de manera psicosomática después de años en colas y atascos, así como en la productividad empresarial, que sufre directamente el inmovilismo circulatorio, caos viario y colapso territorial. Además, ante la falta de las infraestructuras estructurales, fundamentales para la dinamización económica, se resiente no sólo el empleo existente, sino también la creación de nuevos puestos de trabajo.

Es el momento de Tenerife, por cierto, ¿dónde están los defensores de la Isla? Ni se les ve, ni se les oye, ni se les espera. Sus motivos tendrán. No se trata de insularismo, ni de pleito insular, ni de enfrentamientos, sólo de decir la verdad, lo que hay, lo que se ve, lo que no se puede negar; ya se sabe que escuece, pero que se aguanten.

*Presidente de Fepeco