Por causas que no merecen explicación, el pato que corona la fuente, pluralizado, bautizó la plaza y la avenida construidas en recuerdo de la victoria de la plaza tinerfeña sobre la escuadra del almirante inglés Horacio Nelson en 1797.

En la vecindad y el camino diario desde hace cuatro décadas contemplé etapas de cuidado y otras de descuido y hasta desidia. Pero, desde hace cuatro días y en una acción relativamente barata -solo quinientos mil euros- Santa Cruz recuperó un espacio emblemático que combina un palacete familiar que albergó, otrora, la Presidencia del Gobierno autónomo en las primeras legislaturas; un grato gesto de internacionalidad, con la pintoresca iglesia anglicana dedicada a San Jorge, armónica conjunción de piedra y madera abierta en 1897 y, por la falta de uso e interés, reconvertida al culto católico con la misma advocación; fábricas eclécticas de principios del siglo XX con usos residenciales y mixtos; y un discutible edificio de correos, que sustituyó una obra más útil y hermosa, en la boga aburrida del cemento visto.

Construida entre 1913 y 1917, con más de cinco mil piezas de cerámica sevillana, la fuente es una reproducción exacta de la llamada de "las ranas", una de las más populares del parque de María Luisa de la capital andaluza; cuenta incluso con el mismo número de batracios. Los veinte bancos, distribuidos en un círculo de mil trescientos treinta metros cuadrados, anuncian productos y razones comerciales de la animada Santa Cruz, entonces capital de Canarias, y evocan una época en el que el buen gusto de los políticos y técnicos municipales encontró patrióticas respuestas en las empresas y la ciudadanía.

Salvar con dignidad este hermoso recinto es el primer paso de un compromiso con la conservación del patrimonio que la ciudad debe a su historia y su futuro. En el acto inaugural, el alcalde Bermúdez incluyó futuras actuaciones en el parque Viera y Clavijo, unas instalaciones imprescindibles y hoy cerradas; el singular templo masónico, arruinado tristemente en las últimas décadas, y el histórico casón de Ireneo González, de alto significado en la evolución de la educación y las bellas artes en Canarias. Si el cuidado y el resultado de las intervenciones programadas es el de la plaza de los Patos, no se puede perder un día.