Más de uno habrá caído en la trampa de ese juego callejero donde está el pícaro que mueve la bolita de un lado para otro mientras maneja los cubiletes a toda velocidad preguntando al público que le rodea aquello de: bolita, bolita, ¿dónde está la bolita?; y siempre hay uno o varios compinches cerca, que dicen: ¡ahí, ahí!; señalando uno de los cubiletes; y, efectivamente, ahí está la bolita. Fácil, muy fácil. Y, entonces, es cuando se dirigen al incauto que tiene sus dudas, pero que ve de pronto que puede ganar un dinero fácil y apuesta por saber dónde está la dichosa bolita; y, claro está, cuando el pícaro coge el dinero, la bolita nunca está donde el cándido apostador cree haberla visto desaparecer bajo el cubilete.

Esto, lo de la bolita, que es tan viejo como la tos, es en lo que se ha convertido la política española hoy en día. En este caso, es más que evidente que el cándido no es otro que Mariano Rajoy; por supuesto que el pícaro sería el frívolo Pedro Sánchez, y los compinches, como no podría ser de otra manera, son los demagogos populistas de extrema izquierda que, junto con los oportunistas de Ciudadanos y los nacionalistas, los separatistas y los representantes de los etarras, son los que han apoyado y ayudado a que el cándido del expresidente cayera en la trampa.

Ahora resulta que el frívolo presidente pretende, una vez prometido que lo suyo sería asumir la Presidencia del Gobierno español de forma "provisional" hasta que la situación se calmara para inmediatamente convocar elecciones, ha decidido que el tiempo político lo impone él, así como el cómo y el cuándo de dichas elecciones y, mientras tanto, en vez de calmar la situación política económica y social, preparando y adecuando a las instituciones y a los ciudadanos para que, en última instancia, sean estos los que, voluntaria y democráticamente, decidan con su voto el futuro de todos los españoles, ha querido comportarse como un elefante dentro de una cacharrería y, siguiendo la estela del peor presidente que hayamos tenido hasta ahora, como lo fue el ínclito Zapatero -ahora metido a blanquear dictadores-, ha continuado la estela del guerracivilismo más rancio y ha creado un gobierno transportista: transporta terroristas etarras, separatistas catalanes y cadáveres de generales de los que nadie se acuerda.

No contento con cabrear a media España con su revanchismo trasnochado, que huele a antifranquismo sobrevenido, y con tener que pagar el chantaje de su investidura a costa de la dignidad y del dinero del resto de los españoles, también ha decidido aumentar el déficit y el gasto público, así como subir los impuestos; innovar el lenguaje español imponiendo una nueva narrativa de género que a nadie interesa; o crear nuevos ministerios como el de transición hacia ninguna parte, o imponer una comisión de la verdad donde, por supuesto, ellos, los de izquierdas de toda la vida, investidos de su acostumbrada supremacía moral, pretenden imponer a los que no piensan como ellos, "su propia verdad"; o chorradas como la de pretender feminizar el pensamiento de la judicatura; o cosas más graves como el hecho de secuestrar, cuando no limitar la libertad de los padres para que estos puedan educar a sus hijos cómo y dónde quieran y sobre todo en qué lengua han de hablar.

Ahora, tan solo queda la esperanza de que todo esto pase pronto, y que el destrozo de España no sea tan grave como para que una vez que, democráticamente y a través de las urnas, los echen del poder, al que llegaron por la puerta de atrás, no se tenga que volver a recomponer la sociedad, la economía, e incluso la propia historia que tanto les gusta tergiversar y falsear. Ahora, más que nunca, necesitamos de alguien que acierte dónde está la bolita; que, pese a que ha de sobrevivir en un territorio político y mediáticamente hostil, nos ilusione y nos vuelva a dar esperanzas. Se necesita volver a colocar la bandera de España en las ventanas y balcones de nuestras casas; se necesita de un líder que, sin complejos, lleve a cabo un rearme ideológico y que con honestidad y principios se enfrente a estos odiadores profesionales de España, que lo único que buscan es, mediante el colectivismo social, romper nuestra libertad y cohesión; así como acabar con nuestro mayor logro histórico, como fue la reconciliación nacional a través de la Transición. Lo mismo, para desilusión de algunos, dicho líder ha surgido este fin de semana. El tiempo dirá.

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