Siendo adolescente fuimos dos semanas santas seguidas la familia a Madrid. Seguramente a pulirnos: Museo del Prado, el Escorial, pero impensable el Valle de los Caídos. Mi padre odiaba a Franco, pero yo bastante más. Es a quien más he odiado. De mayor he vuelto al Escorial y me he movido algo por la sierra madrileña. He visto de lejos la Cruz, pero jamás se me ha ocurrido acercarme.

No superé el odio a Franco, simplemente se desvaneció ya en la Transición. Supongo que porque el odio a los vivos tiene objeto real, que el odio a los muertos no tiene. El psicoanálisis lo llamaría fantasmático. Suponía que todos le habían dado por muerto, más que nada porque estaba muerto de verdad. Como mucho más muertos están todos los de la Guerra Civil, los muertos y asesinados por los dos (simple rigor histórico) bandos.

No he escuchado a psicoanalistas, psicólogos, psiquiatras, antropólogos, pronunciarse. Por ejemplo, sobre la importancia del olvido en el ser humano, si tiene correlación con la memoria y si pudiera ser mucho más acuciante, reparador y benéfico que esta. El revanchismo patrio suple su miseria político-ideológica y moral yendo contra una función psíquica. Son fake news. Mentira: búsqueda de paz, porque es de última batalla.

Tampoco les he oído explicar, quitando a políticos vacuos enfermos de revanchismo, cómo se justificaría desde el punto de vista de esas ciencias el duelo tras la falsa pérdida, cómo sería posible no habiendo habido ninguna pérdida. No la hubo porque antes no se tuvo lo que se fantasea perdido. No hubo ningún vínculo real e interpersonal -no hay falta, ausencia, desaparición-, luego son inverosímiles ese pesar y duelos pendientes.

Si es todo para beneficio del alma, la paz interior y demás zarandajas, por qué el Gobierno no convoca a expertos en psicoanálisis, para saber que no se trata de una gran farsa y conocer la dimensión científica de la comedia.

Resulta muy penoso tanto teatro lacrimógeno, tanta afectación plañidera de dolor científicamente imposible. Ni poco ni mucho: ninguno. Son mentira esos desbordamientos necrofílicos. ¿Será el mismo dolor el de los padres de Marta del Castillo que el de parientes jamás vistos, de qué broma hablamos? ¿Desde cuándo el transcurso del tiempo (vamos para el siglo) no tiene efectos balsámicos totales? ¿Por qué esta excepción? ¡Qué manera de despreciar ciencia, naturaleza y sentido común!

Es una mera cuestión psiquiátrica, simulación, fantasías acatadas y sublimadas por la política. Si lo hicieran a título individual, estarían con medicación y encerrados.