En estos días de médicos, operaciones quirúrgicas y convalecencias, he podido conocer y practicar nuevos conceptos de vida, y existe una palabra mágica para caminar en estas situaciones: "resiliencia". Esta palabra define la capacidad que tiene el ser humano para afrontar situaciones adversas y volverlas positivas y así conseguir una mejor calidad de vida física y mental para avanzar a un estado óptimo de vida.

Por supuesto que para ser resilientes tenemos que poner nosotros la mayor parte del esfuerzo, pero, sin duda alguna, nuestros seres más cercanos, las personas que acuden a ayudarte a cambiar el modo de pensar, el personal sanitario, el médico que se convierte hasta en tu guía espiritual, la persona que entra en la habitación y con su sonrisa invade todo un espacio aséptico, tu familia, la familia que has elegido, hacen que el camino hacia la resiliencia sea mucho más efectivo.

También tenemos que ayudarnos con historias y situaciones sencillas, esas cosas que hacías todos los días, pero que de repente adquieren un valor inmenso, como un paseo a la orilla del mar, el sol de la tarde que se convierte en la mejor medicina, un paseo que antes parecía agotador y obligatorio y que ahora te lleva a la misma gloria, una comida sencilla y especial, escuchar la algarabía que hacen las más pequeñas de la casa, convierten el proceso de resiliencia en situaciones fantásticas.

La convalecencia es un momento íntimo, personal, de reflexiones de la vida, de cambios profundos en tus prioridades vitales, de descubrir de forma inequívoca a las personas que tienes más cerca y que te ayudan en el proceso resiliente. La resiliencia también te ayuda de forma natural a ir deshaciéndote de muchas cosas que ya no necesitas. La convalecencia resiliente te ayuda a poner en valor a personas que, como siempre están, das por hecho que siempre las tienes. Y es que a las personas que están cerca hay que cuidarlas, regarlas, abonarlas y mimarlas como si fuesen flores de loto.

Es por eso que también te das cuenta que te sobra "casi todo", que tus ambiciones cambian de necesidades y que la salud se vuelve la principal prioridad.

A veces vamos tan rápido, tan deprisa, tan ciegos, que no valoramos la sonrisa, o la mano del doctor que te ayuda a dar los primeros pasos, después de darte la mejor de las noticias, o a la enfermera que te acerca una manzanilla tras muchas horas sin ingerir alimentos, o a la persona que te visita y se queda un rato en silencio velándote el sueño y cuando te despiertas lees una nota que te dejó deseándote una pronta recuperación, o a quien te ha mandado una orquídea que ya está trasplantada en Candelaria. Les puedo asegurar que es gratificante poder comprobar que no estás solo en este trance.

El sentimiento de agradecimiento a todas las personas que me han ayudado a realizar este proceso de resiliencia es infinito. Lo resumo en ese brazo del neurocirujano que al día siguiente de la operación quirúrgica me lo ofreció para dar mi primera caminata en una habitación de hospital que, increíblemente y sorprendentemente, solo me trae buenos recuerdos.

En nuestros momentos más duros, busquemos la fórmula de la resiliencia y las personas y situaciones exactas que te ayudarán a poner en valor muchísimas situaciones en la vida.

*Vicepresidente y consejero de Empleo, Comercio, Industria y Desarrollo Socioeconómico del Cabildo de Tenerife