A inicios de los cincuenta, cuando pasaba con el fotingo de mi padre por las inmediaciones de la entonces lejana Refinería de Santa Cruz, contemplaba con admiración el enorme caldero allí emplazado; que no era otro que el depósito de reserva de agua para prevenir los incendios. Ante mi pregunta inmediata de para qué servía aquello, la respuesta era obvia para un menor de 5 o 6 años: "Ese es el caldero donde se hace el potaje para dar de comer a todo personal de la refinería?".

El caso es que cuando paso hoy, abrumado por los embotellamientos diarios, ya no puedo imaginar el aroma que desprende un caldero de potaje al guisarse, que dicho sea de paso ya tiene más de 75 años de uso, e ignoro cuántos sabores habrán salido de su metálico vientre. Pero como todo tiene su caducidad, el gigantesco depósito y todo lo que le rodea va a desaparecer a medio plazo, por la piqueta destructora, para convertirse en un terreno de dominio público, que servirá para que esta empresa, emblemática del último siglo de nuestra ciudad, deje de existir desde sus inicios en 1930, con el padrinazgo de Santiago García Sanabria; fecha en que el pretrolero "Trophon" descargó el primer contingente de crudo para ser refinado en nuestro complejo industrial, considerado como el más antiguo del territorio nacional. De este modo, generado el habitual despegue económico de posguerra y la consiguiente ampliación de su evidente rentabilidad, se creó también una flota petrolera propia, compuesta en principio por barcos hundidos de forma voluntaria para evitar el acoso de los temibles "lobos grises alemanes". Así surgieron los italianos "Pagao" y "Olterra", que sirvieron para su reflotamiento como unidades de la nueva flota, bautizado el primero con el nombre de "Zaragoza". A esta adquisición siguió otra nueva con el abanderamiento del británico "Telena", alcanzado cerca de la isla gallega de Ons por un disparo del submarino U-37, que lo dejó incendiado hasta ser luego auxiliado por buques españoles que contribuyeron a su extinción. Rebautizado con el nombre de "Gerona" pasó a conformar la segunda unidad de la flota; más tarde seguirían los "Bailén", apodado "bailón" por sus balances, y el pequeño "Quastinet", nominado "Bruch" o "bruchito" por sus tripulantes, más una lista mayor hasta llegar a los construidos en astilleros, como los "Talavera" y "San Marcial, en donde completé mis singladuras; y más tarde a los superpetroleros con nombres similares a los veteranos, después de darlos de baja.

Pasados los años de bonanza económica, la empresa fue ampliando sus instalaciones y surgieron las refinerías Gibraltar, cercana a la colonia inglesa, y La Rábida en Huelva. Estas construcciones, sin quererlo, hicieron que el protagonismo de la veterana chicharrera decayera un tanto, por la lejanía a la Península y su mayor coste de transporte. La posterior decisión de suspensión del refinado de petróleo ocasionó una parada obligatoria en la veterana empresa, afectada por las cotizaciones del crudo y los altibajos de la oferta y la demanda mundiales. Hasta aquí podríamos resumir la andadura de esta emblemática refinería; la cual, por consideraciones estratégicas de urbanización y mediante arduas negociaciones con su actual propietario, que ha cedido un 67% de sus terrenos como suelo público, quedándose el 33% restante como inversión de la propia compañía.

Cumplida su andadura histórica, con tantos afectos cosechados por sus obras de mejora ciudadana, amén de fuente de ingresos para la ciudadanía, la nueva etapa servirá para el despegue urbano y económico de esta capital de espaldas al mar, y ahora asomada a él de forma permanente por la inyección de crecimiento paulatino que experimentará de quilla a perilla; cuyo cambio visual y urbano será lo más positivo para el desarrollo del puerto de Tenerife y toda la Isla. Esta nueva disposición, muy negociada de forma discreta por nuestro alcalde, ha desembocado en la mejor opción para el desarrollo del proyecto a medio plazo denominado: "Santa Cruz verde 2030". Una iniciativa en la que tendremos que armarnos de paciencia para ver la realidad tangible de una ciudad nueva, que renacerá como un ave fénix desde las cenizas de su propia historia; de la que, por cierto, se me acaba de ocurrir que deberíamos conservar el emblemático "caldero" como simbólico recuerdo de una empresa señera para toda la Isla y Canarias.

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