El día que, durante una ruta por el macizo tinerfeño de Anaga, alguien sugirió recorrer senderos de las islas portuguesas de Azores acertó. Y nos apuntamos siete amigos a los que nos une el amor a la naturaleza y su disfrute. Conocía Madeira, pero poco sabía de las Azores, salvo que eran islas muy verdes y ricas en agua, pobladas de vacas, como volver cincuenta años atrás a la isla de La Palma en costumbres y modos de vida. Así que nos organizamos y volamos hacia una de las nueve islas de Azores, la mayor, San Miguel. Alquilamos una casona en un caserío rural de Capelas, donde los gallos cantaban toda la noche, el olor de las vacas resultaba agradable, y el verdor de sus prados era invadido por enormes hortensias de diferentes colores que los canarios conocemos como flor de mundo.

En el primer paseo por la capital de la Isla, Ponta Delgada, ya metido de lleno en sus adoquinadas calles más céntricas y próximas al puerto, creí estar en la calle Real de Santa Cruz de La Palma o en el barrio grancanario de Vegueta, con una arquitectura y ambiente comercial similar, pero con un valor añadido, la negra y elegante piedra volcánica de sus iglesias y edificios más emblemáticos, una singularidad que tanto llama la atención y se repite en pueblos y aldeas. De Ponta Delgada sorprende la limpieza de sus calles y plazas, que ya quisiéramos para Canarias, así como la sensación de paz y sosiego de sus gentes. Una población en general pacífica y educada, encantada de ayudar al viajero que pregunta o busca algo.

Además de las vacas, tan dueñas y señoras de los pastos que parecen las amas de la Isla, o de los invisibles miles y miles de pájaros, se puede encontrar en sus carreteras rurales carretas tiradas por caballos, resultando casi un milagro tropezar con un policía, si acaso con algún relajado coche patrulla, lo que proporciona a San Miguel una sensación envidiable de paz y tranquilidad que ojalá perdure. Llama la atención la gran cantidad de trabajadores cortando y limpiando la hierba de los bordes de las carreteras, los frecuentes merenderos y barbacoas disponibles para disfrute de los lugareños, así como lo cuidados que están los concurridos miradores que pueblan la Isla, algo que bien podría hacerse igualmente en Canarias, un atractivo turístico por sus vistas y paisajes espectaculares. Tuvimos suerte con el tiempo porque la lluvia y los días grises son habituales, gracias a lo que pudimos contemplar lagos y lagunas que salpican la Isla aprovechando sus cráteres volcánicos, una de ellas, la Laguna de Canario, que da de beber a Ponta Delgado, debe su nombre no a las aves cantoras que allí moran, sino a que unos naturales de las Islas Canarias pastorearon en ella cabras y ovejas. Una isla que como mejor se la conoce es recorriéndola a pie hasta llegar al lago de Sete Cidades, cuna de leyendas, que ninguna foto ha sido capaz de imitar la belleza real de un antiguo cráter ahora lleno de agua azul por el reflejo del cielo, o verde por los colores de su fondo y laderas.

Curiosos resultan los blancos humos de las calderas naturales de Furnas, en cuyas aguas volcánicas calientes con sabor a azufre se cocinan mazorcas de maíz o el típico cocido, o el parque Terra Nostra, creado por el primer cónsul de Estados Unidos en Azores, Thomas Hickling, en cuyas aguas amarillas a más de 40º nos dimos un baño reconfortante, sorprendiéndome muy cerca de allí la mayor finca de ñameras que he visto en mi vida.

Las fiestas de San Juan en Vila Franca do Campo, llenas de color y alegría en la noche en que agrupaciones musicales recorren sus calles, las plantaciones de té de Gorreana, el salto de Cabrito, selvas frondosas, la religiosidad que tanto acompaña la vida de los azorianos (como muestra, el velatorio de cuerpo presente que encontré al visitar una iglesia barroca de Ribeira Grande, con el fallecido reposando en la nave principal sobre una blanca sábana llena de flores), son algunas sorpresas que esperan al viajero que decida patear la isla de San Miguel, un lugar no para describir sino para ver con nuestros propios ojos.

*Médico cirujano, exsenador

@JVGBethencourt