En los momentos más difíciles los gobernantes suelen pedirles a los ciudadanos que aprieten los dientes y que asuman los mayores esfuerzos y sacrificios por el bien del país. Hace poco tiempo pasó por los cines una película, "El instante más oscuro" que nos presentaba a un Winston Churchill (espléndido Gary Oldman) prometiendo al parlamento y al pueblo británico "sangre, sudor y lagrimas". Era el precio que le tocaba pagar a los ingleses para frenar el avance del nazismo y la destrucción de Europa. Y lo pagaron generosamente.

Tras la segunda guerra mundial, tocó reconstruir el país -en realidad toda Europa- y aunque las heridas estaban todavía abiertas y el sufrimiento era también enorme, los que construyeron esa nueva sociedad lo hicieron bajo el mensaje de la solidaridad y del contrato social entre todas las clases sociales. Sobre las cenizas humeantes de millones de muertos, Europa dijo "nunca más" y construyó el estado del bienestar, con el acuerdo de los poderes públicos, de los trabajadores y de las clases empresariales. Tiempos de guerra dieron paso a tiempos de paz.

España ha vivido hace apenas unos años una pavorosa guerra económica de dimensiones increíbles y en varios frentes. Libramos una guerra financiera que nos hizo perder nuestras viviendas, un guerra contra el desempleo que nos arrebató nuestros trabajos, una guerra contra los salarios bajos gracias a los que España aumentó su competitividad... Fue un tiempo de desahucios, de pérdidas de derechos en la sanidad, la dependencia o la educación. Nos tocó apretar los dientes, sabiendo además que la situación era injusta y que mientras el PP sacaba la tijera para recortar gastos y salvar la hacienda pública, algunos se lo llevaban "calentito". Nos tocó aguantar sabiendo que estábamos pagando justos por pecadores. Pero las guerras nunca son justas. Así que sacamos este país adelante con el sudor de la frente de los trabajadores españoles. Como consecuencia de aquellos años tan duros, una gran parte de la sociedad perdió la paciencia. Creció la indignación y la gente salió a la calle a protestar. Los movimientos sociales desbordaron incluso el perímetro de los partidos tradicionales, instalándose una nueva forma de hacer política que todos hemos adoptado: más directa, más rápida, más de blanco y negro.

La guerra pasó y ahora nos tocan vivir otros tiempos. Tiempos de paz. Nos toca buscar la manera de reconstruir un país que no se ha destruido por las bombas, pero que padece los estragos y secuelas de unas relaciones económicas y sociales muy frágiles. Tanto que no nos permiten avanzar más rápido. Igual que Europa construyó el Estado del bienestar en los años cincuenta, a nosotros nos toca reconstruir una sociedad del bienestar en donde todos participemos en el crecimiento, en donde la mejora de la economía que sin duda está llegando, fluya hasta más gente. Hacen faltan más acuerdos, volver a la política del consenso y de los matices.

Hace unos meses lancé la propuesta del pacto social de rentas. Un pacto que pretendía "tirar" de la conciencia del sector privado en la necesidad de mejorar los salarios de los trabajadores canarios, que están a la cola de toda España. Y un pacto en el que dimos los primeros pasos adoptando decisiones ejemplares con los trabajadores del propio Cabildo. Hoy parece que las aguas se están moviendo en la dirección correcta y que empresarios y sindicatos se están poniendo de acuerdo para subir salarios. Me alegro y, como dije hace unas semanas, vamos a ayudar en esos acuerdos para incentivar que las cosas buenas ocurran, dando ayudas a la creación de empleo que se vincule a este incremento salarial; mejorando la lucha contra la economía sumergida o las condiciones de contratación de las empresas que trabajan con el Cabildo.

Los últimos datos del INE en la encuesta sobre condiciones de vida nos confirman que en las islas seguimos teniendo un 30% de personas que viven al borde de la exclusión social. Vivimos tiempos de paz en los que se siguen pagando las consecuencias de los tiempos de guerra. La pobreza es muy difícil de erradicar y el progreso crece de forma demasiado lenta. Tenemos que forzar la máquina para solucionar la situación de las personas más vulnerables.

Nunca he sido, por principio, partidario de una "tasa de pernoctación" que puede convertirnos en un destino antipático para nuestros visitantes. Pero estoy absolutamente seguro de que nuestros turistas entenderán un pequeño impuesto "social" destinado a crear un fondo de ayuda para las personas más necesitadas y del que estarían exento los vehículos eléctricos no contaminantes.

Situaciones excepcionales necesitan de medidas excepcionales. Lo que he propuesto es sencillo: un IGIC especial para el rent a car, tres euros por día de alquiler de coche, para la creación de un fondo que puede servir para transferir la renta de nuestros turistas hacia las personas que peor lo están pasando de nuestra sociedad. Los primeros cálculos establecen que podríamos recaudar en torno a los sesenta millones de euros al año. Una cantidad con la que se podría dotar el fondo dedicado a la Prestación Canaria de Inserción.

Pasado el tiempo de "sangre, sudor y lágrimas" el esfuerzo que debe hacer nuestra sociedad es construir un nuevo tiempo de paz en donde no existan víctimas de la exclusión social. Algunos confiábamos en que la propia evolución de la economía impulsaría el crecimiento y la prosperidad. Pero el ritmo es excesivamente lento. Y debemos intervenir.