La vida de una persona no es como un plan de pensiones, que se calcula según los últimos años cotizados, sino que el plan de la existencia personal es calculada toda la vida vivida, con mayor valor la primera parte que la última si cabe. Porque toda la vida vivida, valga la redundancia, la abundancia y la importancia, es demasiado valiosa como para olvidarla, por mucho que nos empeñemos en creer que somos seres anodinos e imperceptibles. Toda una vida cotiza por toda esa misma vida, no por una parte de ella.

A partir de cierta edad, normalmente la década de los cuarenta, hay quien se queja de cumplir años y no se da cuenta de que lo peor es no cumplirlos. Además, llega una época en que a medida que sumamos más van mermando las obligaciones. Cada etapa de la vida tiene sus ventajas. Los que pasan de sesenta dicen que tiene muchas. Normalmente la hipoteca está pagada. Las expectativas de triunfar o de obtener fama, dinero... se han relajado mucho o han desaparecido. Si hay hijos ya han volado o están a punto. Si nos jubilamos, una cosa menos. Así, resulta que llega un momento en que deja de existir el tengo que hacer? y el debo hacer? Sin embargo, nos cuesta abandonar estas expresiones y los destinos a los que nos llevan, porque a base de autoimponernos deberes hemos dejado de distinguir los que de verdad lo son, de los que seguimos cumpliendo sin darnos cuenta, o lo que es peor, a regañadientes.

O te paras a pensar y liquidas los falsos compromisos, o te ves criando nietos cuando lo que te apetece es irte a vivir a la playa, o sigues yendo a comer con los padres o los suegros todos los domingos con el mismo hastío sumiso de siempre, o tienes miedo de que se enfaden los amigos si no sigues cumpliendo los rituales periódicos, o estás tan cómodo en tu aburrimiento de sofá que no te atreves ni a investigar otros escenarios.

Y es que, amigos, el tiempo de la única vida que tenemos se consume entre debo?, tengo que ir?, tengo que hacer?, tengo que felicitar?, tengo que dar el pésame?, tengo que besar..., tengo que hacer la cama, tengo que soportar la conversación insulsa, aunque no quiera.

Solo hay que ser un poco valiente para olvidarse de los debos y los tengos y pasar directamente al quiero? o no quiero?, y a quien no le guste que despeje la pista, yo vuelo. No esperes a que la muerte te lo escriba en la frente. Si no vives tu vida, otros te la vivirán para sí.

Ayer cumplió mi madre ochenta y tres años. Diecinueve de mayo de 1935. Solo un año antes de la guerra civil. Muchas felicidades "mama". Dice que no se quiere morir. Que ahora se vive muy bien. Que esos dolores del brazo y las rodillas ya los tiene aceptados y que sabe no se van a curar nunca, pero que no le impiden ser feliz. Que disfruta mucho con las amigas y de la familia cuando vamos. Bien ganado se lo tiene. No quiere moverse de su casa ni que nadie esté cuidándola. Y ahí está, mimándonos como siempre. Queriéndonos y dándonos lecciones de sosiego y clarividencia. ¡Qué suerte tenemos!

En alguna esquina del espíritu, en alguna nube del alma, en el centro de mi corazón siempre estás conmigo. Te quiero.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es