O el lacayo de Puigdemont, como se ha puesto de manifiesto por la rapidez con que el elegido por el Parlamento de Cataluña (66 a favor, los "catalonios"; 65 en contra, los catalanes; 4 abstenciones, los "cupistas") se ha desplazado a Berlín para rendir pleitesía a quien lo designó y recibir instrucciones.

Vistos los apoyos con que el señor Puigdemont (otrora muy deshonorable presidente de la Generalitat y hoy todavía fugado de la justicia de España) cuenta en su deambular por estados de Europa (extrema derecha y populistas antieuropeos) bien pudiera entenderse la designación "digital" de don Quim (¿acaso Joaquín?) como su lacayo o valido para ser investido en aquel Parlamento por las fuerzas independentistas. Y ¿qué cualidades alberga don Quim para aquella "digitalización"? Pues eso: lacayo; acérrimo independentista; acendrado fascista, como queda demostrado en múltiples textos de su creación y por él difundidos a lo largo de los últimos años. Y esta gente no cesa de mancillar el vocablo "democracia" cada vez que lo ponen en su boca.

Una cosa también es cierta: don Quim es una persona con más bagaje cultural y formativo que el señor Puigdemont. Y con ese grado de formación viene a resultar todavía más peligroso que aquel en cuanto a la radicalidad de sus pensamientos y opiniones, que las ha dejado expuestas a lo largo del tiempo. Por ese grado de formación (no es un cachanchán) no se le puede admitir, al menos desde mi punto de vista, disculpa alguna respecto de lo largado por su boca y por sus escritos en cuanto a la supremacía de los "catalonios" sobre los españoles. Pedir disculpas, ahora, por todo lo vertido de sus entrañas no deja de ser otra tomadura de cabellera.

Cuando este artículo vea la luz, don Quim ya será presidente del Gobierno de una comunidad del Estado, Cataluña, porque así lo habrá publicado el BOE, con sus consejeros o ministrillos dispuestos a la confrontación con el Estado siguiendo sus pasos y los del fugado en Berlín, Waterloo, Bruselas? o vaya usted a saber (y me temo que con nuestro dinero). Y nuestro Gobierno del Estado seguirá pensando qué hacer con aquella tropa que seguirá ciscándose en España y todo lo español, incluidos los más de la mitad de residentes en Cataluña que se sienten, además de catalanes, españoles y abandonados a su suerte por el Rajoy de turno.

¿Hemos de tolerar que un presidente de Gobierno electo se cisque en la Constitución que le otorga esa condición? ¿Hemos de soportar la carencia de educación de un presidente de Parlamento que se limita a comunicarle al Jefe del Estado, por carta, la decisión del Parlamento de Cataluña?