La artesanía canaria, y concretamente la de Tenerife, está adquiriendo cada vez más importancia. Además, gracias a las ferias iberoamericanas de artesanía, podemos contemplar cada año todas las diferentes obras de esta importante actividad que se realizan en los países sudamericanos.

Pero también es importante recordar a aquellos que han sido grandes artesanos, que han hecho de la artesanía tradicional canaria un arte.

Hace pocos días conocíamos la triste noticia del fallecimiento del herreño Belio Acosta Castañeda. Nacido en 1943 en el pueblo de San Andrés, perteneciente al municipio de Valverde, emigró a Venezuela en 1967 y regresó en 1971. De la isla de El Hierro vino a vivir a Tenerife en 1980 donde trabajó en la Escuela de Capacitación Agraria de Tacoronte.

Su padre, Nicolás Acosta Padrón, era herrero y sus abuelos y bisabuelos también trabajaban la herrería y la madera.

De los diferentes materiales usados por Belio Acosta Castañeda, prácticamente todos los que se pueden usar, fue un virtuoso tanto con la madera como con el metal.

Y su producción era muy variada: desde reproducción de piezas antiguas de forja para restaurar viviendas de arquitectura tradicional canaria hasta herraduras, pestilleras, cerrojos, rejas en las ventanas, aperos de labranza, clavos, herraduras y cualquier tipo de trabajo hecho en acero. De hecho, ya desde pequeño ayudaba a su padre en los trabajos de forja en el taller familiar.

Por lo que se refiere a la madera, Belio heredó de su bisabuelo la destreza y la empleaba fundamentalmente para la talla de morteros, cuencos, jarras para el vino, cucharas y las míticas chácaras, empleando el moral, el barbuzano y la sabina herreña.

Siendo muy valiosa su labor en las anteriores obras de artesanía que hemos mencionado, la pieza más conocida y más exclusiva elaborada por Belio Acosta Castañeda era el cuchillo canario. Los cuchillos eran fabricados a mano en su totalidad, tanto la hoja, forjada en la herrería, como el mango. Y estaban hechos de distintos materiales: hueso, cuerno, plata y oro, entre otros. Las hojas solían ser de acero inoxidable y cada cuchillo tenía su funda de piel, también fabricada a mano.

Cuando uno tenía en sus manos uno de ellos -yo compré varios, unos aún los tengo (y los tendré siempre), otros los regalé a alguien muy especial-, sabía que observaba una obra de arte. En primer lugar, todos los cuchillos eran distintos. Todos eran únicos. Lo primero que asombraba era su belleza. Diferentes láminas de aluminio daban a los cuchillos de Belio una preciosidad única, especial, maravillosa. Uno se quedaba extasiado observando la perfección, la belleza, el trabajo único, artesanal, de un verdadero especialista. Veía el cuchillo una y otra vez. Observaba las diferentes estrías, el colorido, la perfección del ensamblaje. La pieza creada con un trabajo donde la destreza se observa en el mango del cuchillo -en el que se emplea para su montaje piezas de vaca y cuerno de carnero en las que se van empleando láminas de aluminio- y en el acabado de la hoja.

Belio Acosta Castañeda tenía una técnica única. Belleza, pasión, conocimiento, dedicación. Artesanía y arte fundidas entre sí.

* Presidente de TuSantaCruz