Una vez más la banda terrorista ETA intenta seguir siendo protagonista, al menos en una parte de la sociedad conformada principalmente por elementos políticos y gubernamentales, que, al parecer, ya han olvidado todo el mal y el daño terrible que dicha banda armada ha llevado a cabo a través de más de 50 años de barbarie, asesinatos, secuestros, extorsión, intolerancia, victimismo, opresión y miedo -su primera víctima fue el guardia civil José Antonio Pardines-, y que ha dejado un reguero de 825 asesinatos, de ellos 379 crímenes sin resolver; todos ellos inocentes; pero mucho más lo fueron los 20 menores asesinados, además de los 60 heridos y centenares de huérfanos que los "gudaris-asesinos" de ETA han sembrado, macabramente, a su paso.

Pero si una buena parte de la clase política española intenta hacerle el juego a ETA, creyendo sus sucesivas disoluciones, y comprándole de camino el blanqueamiento de su macabro relato, justificando sus crímenes como un medio para conseguir determinados fines políticos, allá ellos. Ya que el resto de la sociedad no puede ni debe olvidar tanto sufrimiento, llanto, sangre y vileza. Esta vez, ETA ha vuelto a pedir un perdón selectivo, insultante, condicionado, enmascarado, interesado, ensangrentado, e incluso bendecido por una buena parte de los partidos y del clero vasco. Pero esta vez no convence; al menos no a las víctimas de sus crímenes y a sus familiares, y a toda clase de ciudadanos de bien que saben que su insistencia en disolverse, una y otra vez, es solo producto de su mala conciencia y no de un convencimiento democrático, ético y legal de que sus criminales actos no solo no tienen justificación posible en cualquier sociedad libre y democrática, sino que deben ser penados con todo el peso de la ley.

La verdad de su reiterada disolución no es otra que la banda terrorista, sus cabecillas, saben que ya no es útil ni práctico seguir matando porque en el fondo son conscientes de que al final han conseguido una buena parte de sus objetivos políticos. De hecho, están presentes en las instituciones vascas e incluso navarras. Y sus principales dirigentes, los que asesinaron directamente o/y mandaron matar a los que se oponían, o criticaban sus directrices, o simplemente representaban, según ellos, al "Estado opresor", ahora se han convertido en "hombres de paz" apoyados por la izquierda más populista y radical; cuando no -y esto es lo realmente preocupante y aberrante- por una buena parte de la cobarde y acomplejada derecha española.

Pero no todos olvidan, ni perdonan, ni agachan la cabeza y aceptan impávidos el "relato de la historia" contada por los asesinos, sus cómplices, y una buena parte de los medios de comunicación de este país, que, al parecer, siempre están al servicio de los odiadores a España. Al menos no la mayoría de los familiares de las víctimas. Al menos no Ana Iríbar, viuda de Gregorio Ordóñez, que como si se tratase de Bittori, personaje inolvidable y entrañable de la novela "Patria" de Fernando Aramburu, se ha convertido con el tiempo en ejemplo de resistencia democrática, y luchadora incansable por denunciar la barbarie terrorista y el conchaveo nauseabundo de los dirigentes políticos españoles con el actual nacionalismo excluyente, victimista, liberticida, xenófobo y criminógeno que padecemos tanto en el País Vasco como en Cataluña.

De hecho, y en la entrega de los premios que llevan el nombre de su marido asesinado por ETA, y que este año ha recaído en el ex primer ministro francés, Manuel Valls, y dirigiéndose a los políticos allí presentes, al frente de los cuales se hallaba la actual vicepresidenta del Gobierno español, les preguntó: "¿No creen que ya va siendo hora de poner en su sitio a los nacionalismos, y muy especialmente aquí en Euskadi, donde el relato de lo sucedido se pervierte en favor de los asesinos y sus cómplices? (?) ¿No creen ustedes que hace falta más tensión por parte de este Gobierno, suprimiendo no sólo a corruptos sino también a los herederos de ETA-HB-Bildu de listas y organismos?" Y cuando los vio que tragaban saliva y que a algunos/as les salían los colores y comenzaban a sudar les señaló: "Hoy, la reivindicación de libertad debe ser más exigente que nunca. Muy especialmente en Cataluña, pero también en el País Vasco. Allí donde el nacionalismo consentido y mimado de este país utiliza las instituciones del Estado para reivindicar su fantasía y poner la casa patas arriba?//? No puede haber más amnesias morales ni concesiones".

Y es que no le falta razón, ya que, como es obvio, los que se saltan la ley, y más si son servidores públicos elegidos por los ciudadanos, pierden toda su legitimidad; porque debemos recordar que nada ni nadie debe estar por encima de la Ley.

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