Dentro del amplísimo acervo culinario español poseemos un plato cuya versatilidad es inimaginable. Se puede comer frío, caliente, en casa, en el campo, en la playa, con vino, agua o refresco, de atún, de bonito, de carne de cerdo, vacuno, de pollo, ¡hasta de marisco! Es la humilde empanada. En este jovencísimo siglo XXI en el que la hamburguesa, el perrito caliente, la pizza, junto a la nueva gastro-cocina, campan en el panorama culinario español, la tradicional empanada brilla con luz propia, y la encontramos en los sitios más insospechados. En el mismísimo pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela tenemos tallada una, desde el siglo XII, sin ir más lejos; pero actualmente, y más cerca, en cualquier supermercado, boutique del pan o dulcería, podemos encontrarlas para consumir "ipso facto".

La horneada capa de masa de harina mantiene en su interior un coherente relleno de ingredientes desmenuzados, al que difícilmente se puede resistir hincarle el diente. No obstante no todas las empanadas se digieren igual. Algunas, por su contenido, son evidentemente indigestas. De estas últimas, las empanadas mentales son las más peligrosas y su daño es proporcional a la importancia del individuo, o individuos, que las cocina. La trágica muerte de un mantero en Madrid, llevó a Podemos-IU a utilizar dos ingredientes aterradores: el primero, acusar a los policías que intentaban ayudarle de ser los responsables directos de su óbito; y el segundo, pedir que no fuera delito vender falsificaciones si las cantidades recaudadas eran menores a 400 euros. Dos ingredientes que no cohesionan con un Estado democrático, social y de derecho. Ni por el deber de luchar contra la explotación de personas vulnerables a manos de las redes de delincuencia internacional; ni por el objetivo de redistribuir el bienestar entre todos, porque dicha medida supone un perjuicio económico y social -no solo a las grandes firmas, al mediano y pequeño comercio-, sino a todos nosotros. Sólo en 2017, la Agencia Tributaria intervino 60 millones de euros en falsificaciones. Huelga recodar a IU-Podemos que las falsificaciones no pagan impuestos, ni invierten en hospitales, ni en escuelas, ni en centros de acogida de inmigrantes, ni en políticas sociales, ni en pensiones. ¿Pero quién no se ha hecho alguna vez una empanada mental con algún tema?

Ser coherente es muy complicado. Ahí tenemos el voto de Nueva Canarias a los presupuestos generales del Estado; o la posición del PSOE en contra de los presupuestos más sociales de la historia. Ahí están los independentistas catalanes, que a fuerza de reclamar diálogo, pero solo unidireccional y excluyendo del mismo a más de la mitad de los catalanes y al conjunto de los españoles, vulneraron sus propias leyes autonómicas y transformaron diálogo democrático en monólogo fascista. Ahí, a la vuelta de la esquina, también podemos colocar al portavoz de IU en el Ayuntamiento de Santa Cruz, quien, en el último pleno, en un sano ejercicio de coherencia institucional, pedía quitar el crucifijo de la mesa donde se promete o jura el cargo de concejal, vulnerando así los derechos constitucionales de libertad de religión y expresión de quienes sí quieren usar dicho símbolo. Más democrático hubiera sido que, por respeto a los demás, hubiera pedido que le retiren dicho elemento religioso cuando él vaya a jurar o prometer el cargo.

*Concejal de Cultura de Santa Cruz