"De todas las ánimas del cielo, la más hermosa es el cochino, que con su trompa reburuja las almas del purgatorio". La extraña frase la recitaba un viejo amigo lagunero, en las húmedas madrugadas, viendo la luna brillar en cualquier charco. Lo que decía no tenía sentido, "pero la vida tampoco", decía el colega. Debe ser por nuestra vocación irracional que el surrealismo nunca ha terminado de marcharse de estas islas.

Y hablando de surrealismo, para quien no lo sepa, la Televisión Canaria había convocado un concurso por importe de 144 millones de euros, por ocho años, para hacer los servicios informativos. Con ese cacho de carne en las turbulentas aguas mediáticas, a las empresas les crecieron los dientes. Y al director de la tele le empezaron a caerle presiones por todos lados. En el Parlamento algunos partidos políticos sostenían que estaba claramente "entregado" a darle el concurso a quien le dijeran desde el Gobierno canario. Y uno de los licitadores, el actual adjudicatario, propietario del periódico Canarias 7, desató una ofensiva mediática sin precedentes poniendo al susodicho director en la picota y llevando hasta los juzgados un variado ramillete de demandas de todo tipo donde denunciaba, entre otras cosas, la ilegalidad del concurso.

El concurso se falló ayer. Y para sorpresa de muchos, resulta que ha sido adjudicado a quien decía que todo era ilegal, irregular y tóxico. Los políticos de la oposición que acusaban al Gobierno de amañarlo -en teoría para la oferta de Prisa y La Provincia- se han quedado con el trasero al aire. ¿Y ahora qué hacemos con tanta (mala) leche derramada? ¿Qué hacemos con tantas acusaciones, tanto insulto y tanta amenaza preventiva? Pues nada de nada. A todo se le puede buscar sentido porque, como en el caso de mi amigo lagunero, estamos hechos al surrealismo.

Pero el asunto y su final tienen una vuelta de tuerca aún más inverosímil. Porque ahora resulta que el ganador del concurso multimillonario podría perderlo si, por esos azares del destino, algunas de sus actuaciones judiciales -que no pueda retirar- devienen en una suspensión o anulación del concurso que ha ganado. Con lo que estaríamos ante un curioso tiro autoinfligido. Un bumerán que se lanza hoy y te acaba pegando mañana en tu propio cogote.

La Televisión Canaria es un churro. Veinte años después de su nacimiento no tiene ni un tornillo en propiedad. Vive de prestado, pagando alquileres multimillonarios con los que ya podía haber comprado sus propios medios. Los servicios informativos deberían ser públicos y la producción de programas de ocio y entretenimiento (porque de cultura ni hablemos) debería estar en las empresas privadas. Pero ya ven. El churro seguirá adelante, salvo que, en un nuevo evento surrealista, le caiga encima una sentencia promovida por el adjudicatario contra sí mismo y se arme otra vez la de Troya. Sería como "En Clave de Ja", pero para que se le parta a uno el trasero de la risa.