Este mes de abril se han cumplido setenta y cinco años de la publicación de uno de los libros más importantes del siglo XX y, ya, un clásico de la literatura universal. Y, además, uno de los más leídos. Lectura en una edad temprana, por otro lado. Es raro el escolar cuyo profesor de Literatura no le haya escogido el libro "El principito" del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry para que lo leyera, hiciera un trabajo y, probablemente, se debatiera acerca de él en público. Junto con "Platero y yo" de Juan Ramón Jiménez y "El lazarillo de Tormes", anónima, entre otras, eran publicaciones que a los jóvenes estudiantes españoles nos recomendaban nuestros maestros.

La historia de "El principito", un piloto que acaba de caer con su avioneta en el desierto y un principito llegado de otro planeta, un planeta tan pequeño que solo tiene tres volcanes, baobabs enanos y una flor, constituye el eje de uno de los relatos más famosos de la literatura mundial. Se publicó el 6 de abril de 1943 en Estados Unidos. Su autor, Antoine de Saint-Exupéry, escribió su famosísima novela durante una estancia prolongada en Nueva York, donde se exilió tras la invasión nazi de Francia.

No cabe duda de que como cualquier obra es muy importante no solo la edad sino el estado anímico que tuviéramos cuando lo leímos. En mi caso particular, además de cuando era joven he vuelto a releerlo ahora, no solo con ocasión de este 75 aniversario de su publicación -lo que lo hará ser objeto de atención en todo el mundo en este año 2018-, sino con ocasión de un itinerario cultural organizado hace solo un año por Viajes Sáhara y que pudimos disfrutar los socios de TuSantaCruz al Sáhara Occidental. Visitamos, entre otros lugares, el casco colonial de El Aaiún; el fuerte español y el oasis de Echdera; el vibrante mercado de El Aaiún; el parque natural de Khenifiss; la laguna de Naila, donde se construyó la torre de la Mar pequeña, primera construcción castellana en África, cuya historia nos fue magníficamente explicada por el historiador y novelista Mariano Gambín; y Tarfaya y su mítica -y semiderruida- Casa Mar, y en esa misma ciudad, el Museo Saint-Exupéry. Pasar una noche en una jaima en el desierto del Sáhara fue algo absolutamente único.

La ciudad de Tarfaya, que por lo que vi tiene un gran futuro turístico con una playa espectacular y con una previsible -pero futura, en no menos de veinte años- importante industria hotelera. Tras un paseo por la playa y observación del destartalado edificio Casa Mar, continuamos andando hacia el museo de Saint-Exupéry, que, según el horario establecido, estaba cerrado en ese momento. Pero gracias a que en la puerta de entrada del museo figura un teléfono, los buenos oficios de la persona encargada del mismo hicieron que nos abrieran y pudimos visitarlo en su integridad. Este pequeño museo sobre Saint-Exupéry cuenta la historia del correo aéreo y la del escritor, que además era un gran aviador. En 1927, Antoine de Saint-Exupéry fue patrón de la estación aeropostal de Tarfaya durante dieciocho meses. A menudo se organizan exposiciones permanentes con la ayuda de la asociación Mémoire d''Aéropostale. Hay una biblioteca que contiene varias de sus obras.

"El principito" no es solo, aunque también, una historia para niños. El piloto adquiere un fuerte vínculo de amistad con el niño, con el principito. La obra tiene un lenguaje muy preciso y muy entendible. Tiene, además, un profundo sentido filosófico de valores humanos: la amistad, el cariño, la solidaridad... Lo leemos de pequeños y nos entusiasma por su ternura; lo releemos de mayores y descubrimos aspectos vitales de las vidas de las personas. Nos reencontramos con otro libro.

"El principito", una obra vitalista, sobre la amistad, el amor y la vida.

Buena ocasión el Día del Libro para volver a entusiasmarnos con esta literatura siempre viva.

*Presidente de TuSantaCruz