Leemos en la prensa una serie de medidas que aplican las autoridades portuguesas como prevención de los incendios forestales, lo cual nos parece de interés para nuestro Archipiélago, dado el clima y los peligros de ambas realidades geográficas. Canarias tiene mucho en común en el plano físico, con veranos largos y secos, diferenciándose de Portugal en que, aquí en las Islas, los montes públicos son mayoritarios, mientras que en Portugal se fueron privatizando tras la Revolución de los Claveles de 1974.

En el país vecino existe una gran explotación maderera, con monocultivo de eucaliptos, mientras aquí domina la vegetación natural, sin apenas actividades forestales en nuestros montes.

En ambas regiones, además, hay poca gestión para la retirada de material combustible. En Portugal, a las empresas particulares sólo les interesa la madera, y no hacen silvicultura, mientras que en Canarias se han suprimido los usos tradicionales, pues no hay interés económicos (leña, horquetas, ramas para el ganado, etc.), y en contadas ocasiones se hacen rozas, en parte por la crisis del mundo rural, en parte por una política conservacionista rígida. El resultado final es que tenemos la mejor masa forestal en la historia de los últimos 400 años en Canarias. Sin embargo, los recursos humanos que demandan el cuidado de algo más de 120.000 ha son muy pobres.

Las medidas portuguesas no son aplicables directamente aquí, ya que los montes son mayoritariamente públicos, y a los privados les hemos limitado los usos, y en consecuencia el interés ambiental ha de proteger la naturaleza de las Islas, sin distinción de la propiedad.

Sin embargo, si es posible tomar referencia de algunas líneas de actuación recientes de Portugal, en las que, por ejemplo, se obliga a los particulares a la limpieza del monte, con fecha limite el 31 de mayo, con implicación para el cumplimiento de las medidas de la Guardia Republicana (GNR, equivalente a la Guardia Civil), aplicando multas de hasta 120.000 ?. Más importante que las medidas, nos parece la actitud de los responsables políticos que las aplican, el socialista Antonio Acosta, al que también respalda el presidente, el conservador Marcelo Ravelo de Sousa, unidos por el compromiso ambiental, separando el conflicto electoral.

En Canarias la situación se complica, no solo por las miserias de la vida política, sino también por tener que contar con tres administraciones con competencia en la gestión del monte.

Entendemos que los cabildos han de dotarse de más recursos humanos para hacer prevención en nuestros montes, ya que las plantillas existentes no cubren un mínimo de las demandas de los mismos, sea retirando combustible, mantenimiento de pistas cortafuegos, red de aguas, etc., etc. Entendemos que la situación de Portugal es la consecuencia de la mala gestión de los montes privados, de lo que también podemos aprender. Más del 50% de los incendios en la UE se produjeron en Portugal el año 2017.

No es bueno esperar a las desgracias para acordarnos de Santa Bárbara; que si helicópteros, que si hidroaviones? todos los recursos son necesarios, pero la prevención es básica. Demandamos más personas y, por supuesto, mejorar las relaciones con los campesinos, fomentando los usos tradicionales, con cultivos de las zonas próximas al monte. Qué decir de lo que ha hecho el Cabildo de Tamarán, legalizando la trashumancia en sus montes, después de más de cuarenta años en lucha por un uso, hoy suspendido en el resto de las Islas.

El monte también sufre la crisis agraria porque está rodeado por campos de cultivos, cubiertos de maleza, donde han nacido muchos incendios en los últimos años.

Espero que los responsables públicos en Canarias pongan más recursos para gestionar la mayor superficie forestal de las Islas, con casi el 30% del territorio, gestionado por una docenas de cuadrillas. Nuestra naturaleza demanda más recursos y menos adjetivos, más vale prevenir que curar.

Entendemos que hay que hacer leyes más tolerantes con los usos tradicionales, ya que gestionamos el mejor monte que han tenido las Islas en mucho tiempo, y ello requiere gestión humana: campesinos, agricultores y pastores, vida en los pueblos, no aldeas sin vida, como ocurre en parte de Portugal. Las más de cien mil hectáreas de monte del Archipiélago son la resultante de una gestión sabia y comprometida de nuestra gente con la naturaleza. En época de penurias, con muchas carencias, cuidaron nuestros montes, con usos que hoy no permitimos. Dignifiquemos, pues, la sabiduría de los campesinos.