Volver a escribir sobre Cataluña no me agrada y, aunque es un tema que aborrezco, los acontecimientos se suceden día a día y la actualidad manda.

En las últimas semanas se ha producido la detención en Alemania del aspirante a presidente de la República de Cataluña, y su posterior puesta en libertad previo pago de una fianza. Como consecuencia de esos días entre rejas, el día a día en la comunidad autónoma ha estado presidido por cortes de carretera, quema de neumáticos y contenedores y, muchas algaradas por parte de jóvenes imberbes adoctrinados, que en vez de estar estudiando o haciendo algo de provecho con su vida, cometen estas salvajadas, aleccionados por los políticos, sus progenitores y con la permisividad de algunos policías que incumplen las leyes y abandonan sus deberes.

Me siguen llegado noticias negativas de amigos y conocidos que viven allí. Cuentan que la situación es insostenible, además de insultos y de señalar a los españolistas, hay familias que han dejado de hablarse por miedo o por precaución, relaciones vecinales que han acabado hasta con dar las buenas horas, o dejar de comprar el pan en el sitio de siempre porque no están de acuerdo con sus ideas. El enfrentamiento se recrudece y algunos ya piden la intervención del ejército, pero no sé si lo que buscan es que haya muertes y tener argumentos suficientes para parecer víctimas ante el resto de los blandengues países europeos, e intentar que el Gobierno español ceda.

Unos amigos, cuya hija está casada con un catalán, tuvieron que asistir a una reunión con la familia política de ella en Barcelona. La cena transcurrió tan tranquila que no hubo ningún tipo de conversación, pues su yerno y nietos no son soberanistas pero la familia de él, independentista, así que lo que reinó fue un silencio absoluto demostrativo de la incertidumbre y tirantez que está produciendo esta confrontación. Varias veces al año viajan a Cataluña para ver a su hija y en vacaciones van a Calella a pasar unos días. Cerca de su hospedaje hay un quiosco donde solían comprar la prensa y algunas revistas desde hace 30 años, y un día se encontraron con que la dueña no puso ningún interés en venderles nada, incluso les envió a otro unos metros más abajo porque era de una española.

Barcelona siempre ha sido una ciudad acogedora y buen destino cultural y de congresos, pero desde que el independentismo se ha adueñado de la situación la antipatía e intolerancia de sus habitantes les está llevando a convertirse en un gueto. Ni siquiera la huida de empresas, empresarios y personas que desean vivir en paz, les hace usar el sentido común, están tan obcecados y creen que van a lograr lo que quieren, y en realidad solo están consiguiendo un enfrentamiento de consecuencias dramáticas para toda la nación. Con el paso del tiempo la aplicación del artículo 155 no será suficiente, necesitarán medidas más drásticas pues el odio a todo lo español no va a eliminarse de la noche a la mañana, está en todos lados, influyendo en los niños de parvulitos en la escuela, en los jóvenes en los institutos, en los universitarios, mostrando el lacito amarillo? y Puigdemont persiste con su osado atrevimiento, prometiendo que no se fugará. Agua de borrajas pues es un soberano embustero, igual que el presidente del Parlamento catalán.

Los medios de comunicación no ayudan emitiendo a todas horas las algaradas de esos jóvenes desocupados y llenos de rencor que solo buscan notoriedad y su minuto de gloria, y las redes sociales tampoco favorecen la situación, exaltando, proclamando y dando tanta importancia a esas hazañas, en las que siempre acaba como culpable la Policía. La oposición pide a Rajoy que tome medidas más drásticas y creo que debería hacerlo, pero ya sabemos que en realidad lo que buscan es que se equivoque para poder descalificarlo y echarle en cara su falta de democracia.

Triste destino le espera a esa comunidad con esos políticos. Una gran región que ha progresado tanto y que se está convirtiendo en una de las más atrasadas, pues con personajes como Luis Enrique o Pepe Guardiola que echan más leña al fuego, su futuro es incierto y la esperanza se pierde progresivamente.

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