Fui a la huelga por nosotras. Por las más de 800 mujeres asesinadas, las que se reconocen oficialmente como violencia de género y las que no; por las líneas nocturnas de guaguas/autobuses, con paradas a voluntad, para la seguridad de las mujeres que trabajan de noche, o se divierten de noche o les gusta la noche y porque de día tampoco están seguras. Por las militantes que han de esperar una cremallera en sus partidos, migajas estructurales; por las madres solas y por las madres en general; por las profesionales que ven su valía ninguneada. Por la pobreza con rostro de mujer.

Fui a la huelga por ellas. Porque miro a los ojos de mis alumnas y no sé si tiene garantías su futuro de amar, de trabajar, de vivir. Fui a la huelga porque esos ojos me han transmitido un ruego como el que sentí cuando miré a otras mujeres y les rogaba que siguieran luchando. Soy heredera de experiencias de grandes mujeres que me dejaron su legado de lucha y dignidad: mi madre, la primera; mis amigas más mayores, muchas de ellas primeras de su estirpe en casi todo: capataces, médicas, maestras, mecánicas, empresarias, altas funcionarias. Primeras en decidir cuándo ser madres o a quién amar. Porque puedo tener, gracias a ellas, carrera, profesión, casa, coche y cuenta corriente propia: vida propia.

Y fui a la huelga hasta por ellas, las de las excusas, las que parece que no son de este mundo, que han sido tocadas por varitas mágicas sorteando desigualdades, que confían en que nunca serán objeto de violencia física, empresarial o institucional, ni ellas, ni sus hijas, ni sus hermanas, ni sus amigas. Las de las microcracias, que usan sus micro parcelas de poder para promover desigualdades. Fui a la huelga por la directora de un centro, y su inspectora avalista, que resuelven que se anteponen intereses personales a los del alumnado, al querer dedicar parte de la programación y horas disponibles a trabajar con el alumnado la visibilización de mujeres de la especialidad. Mujeres contra mujeres que trabajan por destacar mujeres, formas silenciosas de violencia. Fui a la huelga para que haya un camino alternativo al que andamos, sean ellos o ellas quienes lo promuevan.

Fui a la huelga, pero la lucha no acaba aquí. La lucha sigue donde la vida nos lleve en todas y cada una de sus facetas. Porque existen grandes causas e instantes, grandes políticas y pequeñas decisiones que conforman la sociedad desigual que padecemos, la violencia que padecemos.

Ser mujer hoy es responder al momento que vivimos en el ámbito donde nos encontramos. Fui a la huelga porque mi alumnado se merece, más que mis clases, un mundo más justo, menos desigual, más seguro, que no va a llegar solo, que sólo llegará con una movilización continua. Mi alumnado se merece mi lucha y mi huelga. Lucho por las mujeres de mi vida, por la vida de cada mujer; por las mujeres que soy y fui, por cada una de las que me hicieron ser lo que soy, especialmente por las mujeres cuyo recuerdo me hace sonreír, por las que vi crecer, madurar, desde sus pupitres hasta sus despachos. Por las mujeres en crisis, por la crisis que se ensaña con las mujeres. Por las mujeres que no conozco, por las que sufren más discriminaciones y por las mujeres con las que compartí camino, sentido, destino, huelga y lucha.