La actual situación social de los palmeros genera más preguntas que respuestas. Difícil entender como pierde población una isla que actualmente cuenta con los mayores recursos de su historia, mientras que ese vacío lo cubren personas extranjeras que se han asentado en ella, pero a la vez, se cierran colegios, más de 30 unidades escolares. Hay un alto envejecimiento de la población, tiene campos sin campesinos, viviendas vacías, etc. ¿Tenemos respuesta para tal situación?

Si leemos en el haber, la Isla tiene algo más del 16% de los recursos hídricos de Canarias, cultiva más del 20% de los terrenos regados, tiene buenas instalaciones sanitarias y educativas, ha mejorado las comunicaciones, tanto hacia el exterior como las carreteras de la Isla, mientras el turismo mantiene una presencia discreta y posee una población residente procedente del exterior significativa.

Ayer y hoy en La Palma. Es bueno que repasemos las mejoras alcanzadas en los últimos años, para entender lo que tenemos y sepamos valorarlo en un contexto socioeconómico único, que devalúa lo pequeño, lo local, lo nuestro. La universidad y la escuela devalúan lo rural, los medios de comunicación entienden el campo como sinónimo del pasado, de un ayer superado. La alimentación de los isleños se disocia de la tierra, de lo local. El microondas o la nevera nos alejan del campo y de la naturaleza; ya no hay fruta de temporada, tenemos a nuestra disposición peras y manzanas todo el año.

Contexto histórico de La Palma. Sin lugar a dudas, en las últimas décadas se han producido los mayores cambios en la historia de la Isla, superando la penuria de la emigración masiva a Venezuela, que en muchos pueblos superó el 20%. En aquellos tiempos, la miseria y la penuria se ponían de manifiesto, por ejemplo, cuando en la Isla se instaló un sanatorio antituberculosos con cientos de jóvenes en Mirca. Una isla de secano, donde solo se regaban unos oasis en Argual-Tazacorte, Los Sauces, La Dehesa, la Galga, Oropesa o Gallegos. El resto eran cultivos de secano, careciendo de agua para beber en numerosos municipios del sur y noroeste de la Isla.

En las tres décadas que van desde los años 40 a los 60, se construyeron en la Isla casi 300 kilómetros de galerías y pozos, miles de kilómetros de canales y tuberías, se puso agua corriente en todos los municipios, multiplicando por tres o cuatro los caudales disponibles, creando una infraestructura agraria nueva, sorribando más de cuatro mil hectáreas, sorribas realizadas sobre lavas de las ultimas erupciones volcánicas, sobre todo al suroeste del municipio de Los Llanos, la costa de Tijarafe, Fuencaliente, Mazo, las Breñas, Puntallana y Barlovento. Sorribas que movilizaron millones de metros cúbicos de suelo agrícola, abriendo en el Llano de las Cuevas, en El Paso, uno de los cráteres más profundos construidos por el hombre en Canarias. Manteniendo una importante actividad agraria de secano, cultivando vid, tagasastes y otros frutales.

Crisis de valores o crisis de identidad. Las generaciones jóvenes, tanto los universitarios como el resto, han dejado de mirar al campo, la familia, la educación. El ambiente que se respira devalúa lo rural, la cultura de ayer como algo sin futuro.

La Palma, en el siglo XXI, dispone, con diferencia, de los mayores recursos de su historia: tiene más del 16% del agua que disponemos en Canarias, más del 30% de la superficie forestal, amplias zonas de suelo cultivable ocupadas por zarzales, rabos de gatos, etc.

El futuro de La Palma pasa por una revalorización de lo local, del campo y la naturaleza, dignificando el trabajo, el esfuerzo de generaciones que han buscado el agua, que han manejado millones de piedras para hacer paredes, que han dignificado un territorio con esfuerzo y trabajo. Mirar hacia dentro, dignificar las generaciones que hicieron las galerías y los pozos, sorribando las lavas calientes de los volcanes, sembrando y plantando frutales. Sin embargo, nos hemos olvidado de sembrar ilusiones y compromiso con nuestros hijos; la Isla tendrá futuro en cuanto en tanto sus moradores se lo crean y revaloricemos una cultura, una manera de vivir y estar en el territorio.

La crisis económica es más que nada cultural. Al mar fui por naranja, cosa que la mar no tiene.

Por primera vez en la historia de la Isla, la crisis tiene nombres y apellidos, es hija de una cultura que no mira para adentro, que ve espejismos, más que futuro, fuera, devaluando lo local, de tal manera que la Isla que dispone de más del 16% del líquido elemento no mantiene el 3% de la población. Está en nuestras manos otra lectura del presente y futuro, revalorizando lo local, el trabajo y el futuro de una sociedad más solidaria que dignifique a los palmeros, que han levantado las paredes y han hecho los canales, pozos o galerías. Se lo debemos tanto a los emigrantes como a los que se quedaron en una isla que tiene futuro si los moradores se lo creen. Para ello debemos mirar con respeto y cariño al ayer comprometido con un mañana.