Todas las grandes historias de amor empiezan en un "contigo". San Valentín ya pasó. Apenas sirve como excusa. Hay mujeres y hombres, pero más mujeres, que solo reciben regalos ese día, el día de la madre o el de su santo. Y eso si, con suerte, no es un paño de cocina, un electrodoméstico o un juego de sartenes. La casa es ella. Son ellas. Algunos se sorprenden de que para el día 8 se esté formando una buena. Y lo hacen ellas. Por ellas. Por dignidad. ¿Por qué más? Porque ya era hora. Porque también hay hombres sorprendidos de que no se hubiera hecho antes. No sé cómo han aguantado tanto. Pero hay tantas cosas que no sé. Y tantas, tantísimas que no quisiera saber. Que ojalá fueran mentira... De mujeres. De hombres. De todos.

Hay gente que lleva en los ojos, esculpidas en barro, esas letras de silencio. Prohibido pasar. Hombres y mujeres incapaces de sacar su mirada de tal restricción. Que no permiten tocar sus puertas interiores. Todo es superficial. Kleenex de usar y tirar. Artículos de fácil consumo. Van por la vida disfrazados de hombre invisible. Mínimamente perceptibles. Cuando faltan, no dejan ni siquiera su ausencia. Es como si nunca hubiesen estado. Son olvido. Centros comerciales de cosmética. Pura trivialidad.

Otros, sin embargo, dejan las cicatrices de su alegría en la piel. Te llega su recuerdo y cantas o lloras: de alegría precisamente. Gente de fervor y amor. Uvas y dulzura cálida. Con ellos quiero quedarme. Son mi patrimonio: congéneres anónimos a los que amo por lo que son. Por cómo son.

Si no tienes con quien compartir interiores... no vives. Pero para eso has de saber que importa más dar que recibir, sentir que anestesiar, compartir que competir.

Los que caminan por el interior siguen el camino del paraíso. Nunca pongas en tus ojos el cartel de prohibido. Deja que entren aquellos que lo merecen. Aquellos que no piden permiso para acariciarse. Para abrazarse y darse mimos y cuidados. Vivimos en un tiempo tan frío que incluso el frío está de moda.

Prefiero a los otros: gente de fervor y amor, uvas y dulzura, cálida. No cambio la emoción por la conmoción de las doctrinas. Ni mis sueños por los sueños que otros soñaron. Quiero vivir al lado de gente humana. De la que se ríe de sus errores y que no presume con sus triunfos. Esa que no necesita que le digas lo bien que lo hace. Lo maravillosa que es. Esa que camina del lado de la verdad. De la honradez. Quiero -esto no es mío pero ahora lo es y de usted también- quiero, decía, rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas. Esa a quien los duros golpes de la vida le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma. Como decía Pedro Salinas en "Mi alma tiene prisa"... "...tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta de que solo tienes una".

Todas las grandes historias de amor empiezan por un "contigo". Lo decía al principio. Se lo repito ahora. Deja que pase ese alguien, anda. Quita el cartel de los ojos. No esperes. Permite que el sol penetre fértil en ti. En el interior, digo: el único reino que importa. Para usted, para mí, para todos. Que tengas muchos "contigo". Es mi deseo.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es