Después de un año de pertinaz sequía -frase muy utilizada durante la etapa oprobiosa de la censura de prensa-, al clima le ha dado por enseñar sus gélidos colmillos, hasta el punto de que el mismo Guayota ha hecho mutis y se ha refugiado en la zona más calentita de las entrañas del Teide, a verlas venir hasta la primavera. Algo más arriba en latitud, dos científicos buscaban afanosamente en tierras gallegas el medio de transporte para abordar su viaje de exploración científica hacia las regiones equinocciales.

Ajenos por tanto de las vicisitudes climatológicas, Alejandro von Humboldt y su pareja Amado Bondpland indagaban las salidas previstas por las embarcaciones, habida cuenta la situación política con la pérfida Albión y su poder marítimo, condensado en la Royal Navy, que cada dos por tres asaltaba un navío de distinta bandera, lo vaciaba materialmente, si llevaba mercancía valiosa, o secuestraba a sus pasajeros si eran gente relevante, para luego pedir un sustancioso rescate económico por su liberación y entrega en algún puerto neutral.

Sea como fuere, después de tanto gestionar, a la pareja de científicos le recomendaron el capitán Manuel Cagigal, al mando de la corbeta "Pizarro", como buen valedor de honradez probada y con cierta aureola de buena suerte, que estaba a punto de zarpar para La Habana. Luego de tratar el coste del viaje, los investigadores cargaron con todas sus pertenencias de aparatos de medición y se instalaron en la cámara de popa de la nave, emprendiendo así, dos días después, su periplo de navegación tan deseado, Lo cierto fue que al cruzar el castillo-prisión de San Antonio, donde penaba Alejandro Malaspina, se enteraron de la noticia de que desde una atalaya cercana habían divisado un escuadrón británico rastreando previsibles capturas. Sin tomar muy en serio la noticia, la corbeta arrumbó finalmente a mar abierto en dirección sur.

Una de las instrucciones acordadas con el capitán Gagigal fue que debían hacer escala en Tenerife para visitar el famoso Teide, ya que los viajeros no querían privarse de tal experiencia. En cuanto a la travesía, podría decirse que no fue muy placentera, debido a que por normas de seguridad el barco navegaba completamente a oscuras, obligando al propio Humboldt a leer o escribir bajo la tenue luz de un sucio fanal, mientras se ocupaban afanosamente de sus observaciones astronómicas.

En esta dedicación transcurrieron los días del mes de mayo, avanzada ya la primavera y, por tanto, alejados de las inevitables nevadas invernales. Llegados a Tenerife, el 19 de junio, después de frustradas intentonas de arribada por los islotes más septentrionales, divisaron la silueta inconfundible del volcán y hacia allí orientaron finalmente la proa para arribar a la bahía de Santa Cruz, la que dos años antes había rechazado el ataque de Nelson. Lo cierto fue que una vez más la suerte jugó a su favor, pues gracias a la niebla existente pasaron rozando a dos fragatas inglesas, las cuales al pairo vigilaban las entradas y salidas de las embarcaciones al puerto tinerfeño. Es muy probable que estas fueran la "Terpsícore" y la "Dido", las cuales, desoyendo la promesa escrita en la capitulación por el propio Nelson, seguían a la caza y captura de embarcaciones extranjeras.

Llegados finalmente los viajeros a la capital, emprendieron gestiones de inmediato para conseguir guías y pertrechos para ascender al Teide, desprovisto ya de nieve invernal, consiguiéndolo al fin no sin antes contemplar la zona denominada "Las narices del Teide", que había experimentado una erupción reciente desde el Pico Viejo. Después de culminar la cumbre, sin los inconvenientes actuales por el aumento poblacional, y efectuar toda clase de mediciones, los dos amigos regresaron a La Orotava, exponiendo sus conclusiones con la sociedad local, que no cesó de agasajarlos. Y que dio pie a Humboldt para mostrarles las maravillas de su microscopio, tomando como muestra los parásitos ocultos bajo las pelucas de las damas más pudientes, que contemplaban asombradas el milagro visual. La visita al drago de Franchy y la herborización de otras especies botánicas contribuyeron a incrementar su iniciada clasificación de plantas desconocidas.

Después de varios días los viajeros zarparon el 25 de junio con rumbo a Sudamérica, dejando huella histórica de su paso, y sin los inconvenientes ocurridos en nuestro Teide cuando la nieve nos visita.

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