Conocí a Juan Antonio Masoliver, novelista, crítico, poeta, mexicano, londinense, y catalán de Cataluña, casi al tiempo en que conocí a Guillermo Cabrera Infante, que, con Miriam Gómez, la actriz, su mujer, hizo leyenda en nosotros.

A Cabrera Infante lo descubrí por Tres tristes tigres, su libro vital, deslumbrante, que hizo de mi lo que quiso: lo leí a deshoras, durante muchas horas, y me descubrió que el humor era posible no sólo en la literatura sino, sobre todo, en la entonces tan pujante como solemne literatura hispanoamericana.

De su propio descubrimiento en ese sentido habló hace algún tiempo uno de los grandes escritores de ese tiempo, y de este tiempo, Mario Vargas Llosa. Para él fueron Cabrera y Alfredo Bryce Echenique los que introdujeron la risa en las novelas. Y Tres tristes tigres fue, por decirlo así, una solemne carcajada en un mundo que apenas se reía.

Me fascinó la novela, también, por la hospitalidad de géneros y de personajes: era una novela habitada por el reportaje, la crónica, la imitación, la entrevista, la narración, naturalmente, y también por un grupo enorme de gente, de personajes, que Cabrera Infante manejó con enorme maestría. Ya nunca me pude escapar de ese libro y de esa influencia; y todo ello alcanzó una felicidad muy diversa (que incluye también la rabia o la melancolía: por la situación de exilio y persecución que vivió la pareja) que aún tiñe no sólo la historia sino la ausencia de Guillermo, tan grande, tan inolvidable. Y algo de ese libro sigue aún hoy siendo algo que va pegado a mi lugar de citas como una de las que más juego me han dado para afrontar cualquier situación, sobre todo las adversas. La frase que citaba Guillermo ahí y siempre que pudo es de su admirado Lewis Carroll, el autor de Alicia en el país de las maravillas: "Y trató de imaginar cómo se vería la luz de una vela cuando está apagada".

De eso trata la literatura, de imaginar una vela cuando está apagada. Y de eso trata la vida. Masoliver (al que todos llaman Tono), al que conocí en Londres en los felices, y no tan felices, setenta del siglo pasado, fue un amigo leal y estudioso, y compadre, de Guillermo y de Miriam, en aquella ciudad refugio en tiempos en que afuera hacía aún más frío. Era (y es) un hombre sonriente y alegre, que en su literatura, y en su conversación, no sólo muestra cultura y risa, sino también una enorme melancolía, que está en su poesía, sobre todo, y en el aliento hondo que transpira todo lo que dice y todo lo que escribe.

Ahora Tono ha publicado un impresionante libro de poemas, sobre la naturaleza humana cuando se apaga como una vela, La negación de la luz (Acantilado). Y sobre ese libro le hicieron sucesivas entrevistas en El País y La Vanguardia en fechas recientes. En este último periódico, en el que escribe críticas (como crítico era su tío Juan Ramón Masoliver, tan amigo de nuestro querido Domingo Pérez Minik), habla Masoliver precisamente de las luces apagadas de nuestras vidas. Dice, cuando le pregunta Josep Massot sobre algo que hay latente en La negación de la luz, la huella que nos dejan quienes se han ido: "Los invoco como invoco a la muerte y al amor. Son muchas las ausencias de mi vida, y las sufro como tales; pero estas ausencias son también presencias. Nadie muere nunca del todo, mis padres, mis hermanas, mis amigos, todos siguen en mi, viven en mi. Paradójicamente, son ausencias pero no son vacíos".

Son luces que van más allá de la vela apagada. Cuánta sabiduría humana hay en ese libro, cuánto conocimiento del dolor traspasa esas simples frases.

Tono me regaló hace tiempo una frase de James Joyce (su Ulises sobresale en la fotografía que La Vanguardia hace de la mesa de trabajo de Masoliver) que cito a cada rato: "Ya que no podemos cambiar de país cambiemos de conversación". Pero esa es otra historia, también melancólica, y también, por desgracia, presente ahora de manera determinante entre las luces intermitentes o tristes de nuestras vidas, marcadas a fuego y sombra por el más persistente de nuestros problemas, lo que pasa en Cataluña. Pero, de momento, hoy, cambiemos de conversación.