He de reconocer que con Cataluña he reactualizado mi pasado emocional y político. La racionalidad en la política no es más que la punta del iceberg; el resto son emociones o sentimientos escondidos y adulterados. Inevitable ante este largo acoso catalán establecer diferencias.

Primero: los catalanes separatistas dicen que fue preciso el golpe de Estado, porque no disponían de otros medios para superar la Constitución, por lo que todos debíamos comprender su legitimidad y decir amén, ya que además solo emplearían sonrisas. Exactamente como niños que no toleran ninguna frustración. Un infantilismo desvergonzado, mimoso, hiriente.

Vascos. Si la independencia es el bien absoluto ante lo que todo lo demás debe ceder, los medios para conseguirlo han de impregnarse del mismo rango absoluto. Los terroristas de ETA lo entendieron perfectamente. Decidieron ir en serio: no serían unos mequetrefes.

Segundo: Catalanes. Las falsas cárceles en plazas, el lacito amarillo, tramoyas, plañideras, escudos de niños y ancianos. Los lloriqueos porque se les trate mal: no se les quiera, ni les entiendan, les quiten sus cosas... determinaban que se fundieran temblorosos en masa compacta y sudorosa reiteradamente, blandiendo banderitas.

Los vascos actuaban demostrando que su voluntad no dependía ni de la amabilidad ni del cariño. Su determinación era solo de ellos, no reactiva. Nos evitaron la cursilería, sentimentalismo, lo grotesco e infame, la degradación cobarde.

Tercero: no recuerdo leer ni a ETA ni al PNV declaraciones supremacistas y racistas contra andaluces (pocos en Euskadi), extremeños, castellanos, ni constantes ofensas de vagos y mantenidos.

Cuarto: a pesar de que los golpistas catalanes entraban en la cárcel con traje, sin pasar por comisaría y sus circunstancias, las masas catalanas teatralizaban un gran circo de gimoteos, lágrimas y pucheros porque unos blandengues llevaran unas semanas de cárcel.

Los terroristas de ETA, solo en determinados pueblos o incluso en cuadrillas, pueden sumar un siglo en condenas de cárcel. La sociedad vasca entendió que era lógico. Habían tomado decisiones que les hacían responsables. A pesar de la barbarie, la insensibilidad y la anomia social, los vascos conservaron, y ahora comparamos, cierto honor y dignidad. Nadie lloraba ni se descomponía. Y ante los jueces mantenían la cabeza alta, sin arrodillarse.

Quinto: los vascos nacionalistas y los terroristas supieron perder (Ibarretxe y la paz) porque ellos sí habían jugado de verdad, y combatido frontalmente. Sin niños, tractores, ni bomberos.

Sexto: los vascos no hubieran puesto en riesgo su economía. Fueron pioneros en España de los grandes avances tecnológicos, industriales y financieros. Eran fiables, valientes, honorables.