Ahora, en medio de esta aceleración que trae ese mercadillo universal en que hemos convertido la Navidad, si algo viste las vísperas son las comidas y cenas de empresa. ¡Ayyy! si los restaurantes tuvieran el resto del año la recaudación de diciembre... Pero hoy esto va de salsas.

Si las cenas de empresa son peligrosas, las comidas o almuerzos de empresa mucho más. Inevitablemente, muchas veces acaban siendo también cenas.

Desinhibirse es una costumbre muy bonita y hasta saludable. Pero tengamos en cuenta que los testigos de la farra son los mismos que nos acompañarán de vuelta al curro la mayor parte del año y hay que apechugar con su maldita memoria.

Por si las moscas... lo mejor es imitar la actitud de los voluntariosos. Comparecen a la hora del almuerzo, comen y beben sólo un poquito y, al terminar, salen precipitados a cubrir una tarea urgente: recoger a los niños del colegio o acudir a una cita médica. Se divierten menos, claro, pero saben lo que se hacen.

De ellos podemos decir que son sensatos, pero no son los peores. Los hay mucho más perjudiciales: los abstemios que se quedan y que se quedan hasta el final.

Como está bien fresco, se queda con la copla de lo que hacen todos a su alrededor y pone la oreja a cuanto se dice en los corrillos. Su mente registra como una grabadora y luego esparce lo grabado del modo más inconveniente. Cuidado con él -o con ella-.

Luego está el gracioso. Este sí es muy necesario, y si no sale de natural en la plantilla, habría que contratarlo. El gracioso cuenta chistes picantes que distraen la atención general y que pueden llegar a ser bastante burros. Uno, a veces, no entiende a qué vienen estos chistes tan verdes en Navidad cuando lo que se celebra es un alumbramiento sin sexo; Jesucristo fue sin pecado concebido, ya lo sabemos. Sin embargo, cumplen una función.

Si ellos no actúan, la gente se pone a hablar de cosas más peligrosas: de política o del jefe. Y el abstemio pelota, el peor de los abstemios, luego va con el cuento al despacho: -"Mire usted, don José Félix, qué apuro, pero resulta que en la cena, Olmedo y Belerda dijeron que esto y lo otro. Y así se lo digo, mal que me pese, pero no está nada bien que hablen mal de usted. Ya me entiende..." Así, de aquella manera, resulta que en la cuesta de enero se producen varios despidos "sorprendentes".

En lo profesional hay quien no teme por su puesto de trabajo a cuenta de las cenas de empresa, pero, uff, metió la gamba en el almuerzo y ahora le viene la contrapartida. En un arrebato de pasión alcohólica el vicedirector -casado- se acostó con una secretaria; el conserje -soltero-, con la presidenta -casada-; la limpiadora -divorciada-, con el vicepresidente?, y, en fin, que, sea como sea, tienen que convivir en el mismo espacio el resto del año o hasta el resto de su vida ¿Cómo hacen?

Florencio, que se dejó seducir por los encantos de la señora del director, recibe sobresaltado la misiva de este:

Señor Florencio:

He sabido por lo que me han dicho algunos fieles subordinados que en la fecha de la cena empresarial tuvo usted cierto escarceo amoroso con mi esposa.

He de decirle que lejos de estar cabizbajo por el "affaire", como requiere la cornamenta en estos casos, me siento mucho más aliviado. Hasta hoy mismo le creía un empleado mediocre, y, sin embargo, ha dado muestras de serme de mayor valía que ninguno.

Le prometo un ascenso y un pertinente aumento de sueldo si persiste en su empresa. Entretenga a mi mujer; ámela y llévela al cine y al teatro. En todo caso, manténgala lejos de mí, yo no la aguanto.

Saludos cordiales de su Jefe.

Que conste que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. O no. O sí. Por supuesto.

Feliz Domingo. Feliz Navidad.

adebernar@yahoo.es