En el Instituto Canario de Igualdad leemos con estupor unas declaraciones del director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, en las que, refiriéndose a las publicaciones sobre uso no sexista del lenguaje, expresa: "Esas guías no están elaboradas con criterios lingüísticos, sino con criterios de corrección política, y no son sino la manifestación contemporánea de la censura".

La denostación de las recomendaciones sobre un uso no sexista del lenguaje no representa más que la posición de censura que una Academia anquilosada y cerrada a otras interpretaciones distintas a la oficialista ejerce sobre toda expresión del análisis feminista en el uso de la lengua, producto de un poder simbólico androcéntrico en la cultura propio de tiempos predemocráticos.

Sería prolijo hacer mención de todos los estudios elaborados por lingüistas sobre el sexismo en el uso de la lengua (castellana y otras), pero su conocimiento y lectura rebaten suficientemente las afirmaciones de este académico. Nada más lejos del carácter de estas recomendaciones es formar parte del bloque de la "censura", siendo por el contrario su objetivo identificar expresiones y usos machistas y androcéntricos, tratar de explicar y cubrir vacíos léxicos, plantear contradicciones e incoherencias en el DRAE y en los usos lingüísticos "admitidos", formular alternativas normativas a usos lingüísticos que omiten la representación de las mujeres en el lenguaje, la supeditan a un masculino genérico o la difaman amparándose en los usos "históricos" de determinados vocablos y, en definitiva, adaptar el lenguaje a la realidad social que representa.

Las recomendaciones formuladas desde la perspectiva de género para el uso de la lengua, lejos de ser limitantes para la comunicación, representan fórmulas mucho más inclusivas de todas las realidades humanas, profesionales y sociales, equilibran la representación de uno y otro sexo en el lenguaje y llaman la atención sobre los vacíos, las incoherencias y las discriminaciones ocultas o simbólicas que aún subsisten, con el fin de ser mucho más conscientes del protagonismo de la lengua como elemento de cohesión y democratización social.

La afirmación por parte de este académico de que "si se aplicaran estas guías no se podría hablar" está siendo ampliamente rebatida por los innumerables foros académicos, profesionales y sociales en los que, haciendo un uso no sexista de la lengua, se está incluyendo a todas las personas que conformamos una colectividad lingüística, profesional y social, transmitiendo contenidos científicos, políticos, culturales y sociales, identificando y representando a hombres y mujeres con la equidad y la dignidad que nos exige nuestra Carta Magna y el marco jurídico europeo e internacional.

Como se ha expresado en innumerables estudios y publicaciones sobre el sexismo en el uso de la lengua, el lenguaje no sólo identifica, representa y comunica, sino que fundamentalmente estructura el pensamiento, transmite y construye una visión del cosmos. El actual rechazo a la interpretación feminista del lenguaje viene a representar un techo más: aquel en el que se asume como la verdad oficial que la igualdad entre ambos sexos ya está conseguida y que no es pertinente seguir investigando ni cuestionando instituciones o realidades en las que se continúan detectando sexismos.

Que otras interpretaciones sobre la lengua son no sólo posibles, sino necesarias, lo demuestra la amplia, rica y profunda bibliografía sobre este tema, que no puede ni debe menospreciarse con una vaga generalización sobre el uso de "todas y todos" o mediante la alusión banal a la anécdota del uso de "miembras", sino con la apertura de mente necesaria en toda investigación social y científica.

Manifestar que la Academia está en contra de los usos machistas y violentos de la lengua es poco más que una débil excusa. Es asimilable a que se condene la violencia de género o la discriminación directa de las mujeres en determinados oficios y profesiones. No, lo que es exigible a una Academia del siglo XXI es una auténtica política de igualdad, una auténtica perspectiva de género, científica, histórica y sociológica acorde con el pensamiento feminista y sus logros sociales. Lo que es exigible es el cumplimiento de la normativa en materia de igualdad entre ambos sexos.

Y esa perspectiva de género no sólo nos va a permitir evidenciar la realidad oculta del sexismo en el lenguaje y analizar sus causas, sino crecer en la construcción de un lenguaje más inclusivo, justo y democrático con las diferentes realidades individuales y colectivas, un lenguaje a la altura de una sociedad cada día más rica y tolerante, que siempre ha ido por delante de la sanción gramatical de la Academia.

La posición inmovilista y androcéntrica de la RAE no sólo es patente en su rechazo de cualquier análisis del uso de la lengua desde la perspectiva de género: no puede defenderse una presunta "neutralidad" de la RAE cuando "hombre público" y "mujer pública" siguen significando cosas muy distintas. La Academia no puede limitarse a "ser razonable" en cuanto a la paridad en su composición. Ya va siendo hora de que las instituciones de referencia en nuestra cultura sean un ejemplo y actualicen su composición a la realidad plural presente en nuestra sociedad, nuestras universidades y nuestras investigaciones y producciones literarias, entre otras.

Una perspectiva de género, más allá de la debida representación numérica de mujeres en su pleno, se hace imprescindible para limpiar el idioma, fijar los usos aceptados y dar un nuevo y más democrático esplendor al español.

*Directora del Instituto Canario de Igualdad