Ni el día que perdió 190 millones de euros en la Primitiva por culpa de un solo número. Ni el día que la rechazaron del "casting" de Operación Triunfo por sobrepasar el límite de edad en varias decenas de años. Ni siquiera el día en que la invitaron a marcharse de una fiesta en casa de la Preysler por criticar el sabor de los Ferrero Rocher. Ninguno de esos días, María Victoria se cogió un disgusto tan tremendo como el del pasado jueves cuando, al ponerse los "leggins" que se había comprado con los colores de la bandera española para celebrar el 12 de octubre, se dio cuenta de que se habían equivocado y le habían vendido unos con la bandera de cuadros de la Fórmula 1.

El grito que pegó llegó hasta el norte del archipiélago filipino, donde en ese momento se encontraba el vulcanólogo tinerfeño Nemesio Pérez, que a punto estuvo de regresar a la Isla alertado por las ondas vibrantes, pero, cuando confirmó que no iban acompañadas de emisión de CO2, decidió continuar con su trabajo.

-¿Y todo esto por unos pantalones ajustados que te hacen más cadera? -preguntó Úrsula con una toalla enrollada en la cabeza, pues aquel alarido le había sorprendido saliendo de la ducha.

-Mi corazón no resiste tanto dolor? -repetía sin consuelo la afectada, mirando una y otra vez aquellos cuadros blancos y negros- ¿Y ahora qué hago?

-Podemos jugar al ajedrez con ellos -dijo la Padilla para quitarle hierro. Ella también había acudido al auxilio de su vecina.

-O tú cambiarlos tienda -sugirió Xiu Mei.

-¡Imposible! No hay tiempo. Además, hoy es festivo y no abren -lamentó con tanta congoja que las últimas sílabas que pronunció cayeron al suelo antes de alcanzar nuestros oídos.

A susurros, Carmela nos explicó que María Vitoria había removido cielo y tierra hasta encontrar aquellos "leggins" que había previsto ponerse para ver el desfile por la tele.

-Qué estupidez supina -se quejó la Padilla-. Con la de desgracias que hay en este mundo? Por ejemplo, la mía que llevo más de tres meses sin saber nada de mi Cinco Jotas.

-¿No me estarás comparando con tu cerdo? -preguntó María Victoria, cada vez más inconsolable.

El panorama era complicado. Nunca antes nos habíamos enfrentado a un reto de esa magnitud.

-Si doña Monsi estuviera aquí -comentó Brígida-, seguro que sabría cómo resolver esto.

-Por supuesto. La presidenta haría lo que hace siempre: subir la cuota de la comunidad. Entonces, sí que tendríamos algo importante por lo que llorar -apuntó su hermana Úrsula.

Entre el llanto desgarrador de María Victoria y el volumen desatado de la tele, donde ya sonaba el himno nacional, el edificio parecía una casa de locos.

-¡Basta! -interrumpió la Padilla con los brazos como las aspas de un molino-. Hay que encontrar una bandera ya mismo. El vecino del edificio de enfrente tiene una colgada en el balcón. Carmela, acércate y dile que te la preste.

-¿Yo? Les recuerdo que es festivo y que, hoy, yo no debería estar aquí limpiando las escaleras.

-¿Es que acaso las limpias alguna vez, sea o no festivo? -preguntó Úrsula, pero, antes de que aquel comentario desembocara en un guión de Tarantino, Brígida se ofreció a ir en busca de la enseña nacional.

La espera se hizo interminable. Por fortuna, cuando apenas faltaba medio segundo para el comienzo del desfile, apareció ondeándola.

-Rápido, amárratela a la cintura como si fuera una falda -apremió la Padilla a María Victoria, que dejó de llorar como un bebé al que le ponen el chupete.

-Buen trabajo Brigi -felicitó Úrsula a su hermana.

-Oye, ¿y cómo convenciste al tipo para que te la prestara? -preguntó Carmela.

- Bah, fue fácil. Cuando me abrió la puerta, le di un rodillazo en? ya sabes.., corrí hacia el balcón y agarré la bandera.

Sin duda, aquello había sido un robo en toda regla, pero no estábamos preparadas para abrir un nuevo frente, así que hicimos como si no lo hubiéramos entendido.

Minutos después, cuando María Victoria disfrutaba del desfile al paso de la cabra de la legión, alguien aporreó la puerta.

Era la policía.

No hubo opción. Tuvimos que devolverle la bandera a nuestro vecino y María Victoria termino viendo el desfile en faja (color carne), mientras el resto acompañábamos a las hermanísimas a comisaría.