Lo siento, pero me produce alergia mental el humo de las antorchas de la turba que quiere linchar al culpable de turno. En un país tan profundamente católico y tan ostensiblemente vengativo, el perdón de los pecados es una coña marinera. Hasta el rey Juan Carlos pidió perdón y dijo, contrito, "no lo volveré a hacer", después de su patinazo cazando elefantes. Y tardó dos años en abdicar en favor de su hijo.

He seguido con atención la que le ha ido cayendo al concejal de La Laguna Zebenzuí González, por escribir un mensaje privado en una red pública. Un mensaje del que dio excusas más o menos creíbles (más bien menos que más) y por el que pidió perdón a los ciudadanos. El caso es que el culo del señor concejal ocupa una plaza muy importante en el pleno de La Laguna. Es el voto que decidiría una moción de censura contra el actual alcalde. Eso no ha desatado todas las fuerzas del averno para convertir al tejinero en un churrasco, pero ha soplado en las llamas.

Zebenzuí González tiene la apariencia de no comerse una rosca. Su tosca manera de aproximación al sexo opuesto, según cuentan de alguna verbena de Tejina, constituye todo un poema a la torpeza, a la grosería y al insulto. Pertenece, al parecer por derecho propio, a ese amplísimo equipo machista de jugadores de parchís que se comen una y cuentan veinte. Y al de dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.

De su mensaje en las redes sólo hay que ventilar un asunto de interés público. ¿Ha exigido relaciones sexuales a alguna persona que haya empleado en el Ayuntamiento? Que se sepa, esa frase, hasta ahora, constituye exclusivamente una chulería de sábado noche. Ninguna empleada municipal ha denunciado en público o en privado que haya sido sometida a esa vejación. Solo ha surgido, casualmente, una vecina tejinera, sin empleo municipal, conocida de la infancia de González, que se ha asomado a las cámaras de Antena 3 para afirmar que a lo largo de los años le había hecho varias propuestas insultantes y groseras, a las que la piba contestó adecuadamente. Pero sin denuncia.

Por si fuera poco, Javier Abreu ha salido con todo el armamento a la palestra: "Hay que decirle a este loco, energúmeno y desquiciado, que no es merecedor de estar en el Ayuntamiento de La Laguna". Espera, espera. ¿Pero no fue Javier Abreu el que lo convenció para ir en las listas del PSOE? De hecho fue uno de los dos concejales que presentó su renuncia al área que llevaba cuando Abreu fue cesado por el alcalde de La Laguna, aunque luego terminó pasándose de bando. Pero pasemos por alto que el PSOE pone "locos, energúmenos y desquiciados" en sus listas y vayamos al fondo del asunto: ¿estamos ante una chulería machista subida de tono o ante la pista de un derecho de pernada en la democracia del siglo XXI? Porque ahí está la cuestión. Si de lo que se trata es de una frase privada escrita por error en una red pública, una frase tan desafortunada que retrata al autor, pero que sólo es pura ficción, el castigo al concejal tiene que ser proporcionado. El PSOE está en su derecho de echarle, pero nadie, excepto los ciudadanos de La Laguna, le puede enjuiciar. Si la frase es real y existe algún caso, los que le tendrían que enjuiciar son unos señores con toga.

Todos los partidos han pedido a González que entregue su acta de concejal. Incluso el alcalde, José Alberto Díaz, que sabe que pidiéndosela se está volando la cabeza y entregándosela a Abreu para que le monte una censura con Podemos. Los tiburones de la política dan vueltas en torno al moribundo concejal, que desprende olor a muerte. Pero el acta de González es suya. Se la dieron los vecinos de La Laguna y nadie salvo ellos se la pueden quitar. Para eso sería menester que hubiera elecciones. Y no sé yo si con tanto machista camuflado, el concejal tejinero saldría otra vez elegido.

Para que exista algo más que el reproche social, la frase del concejal tiene que ser cierta. Si es solo una bravuconada, el infierno de las redes está empedrado de idiotas que se consideran la última Coca-Cola del desierto. Aunque es cierto que no son concejales, es decir, cargos públicos expuestos a que sus partidos les den una patada en el culo si se pasan de listos.

El castigo social y mediático de González no tiene nada que ver con el valor de su voto. Nadie le obligó a escribir esa estupidez y equivocarse de red. Él se puso la bomba en el culo en un sociedad donde un chisme vale más que diez diamantes. Pero si lo que dijo es falso, es una tontería. Si es cierto, es un delito. Esa es la verdad que necesitamos y que no va a encontrarse con la luz de las antorchas.