Señores alcaldes, supongo que ya lo saben, la nueva Ley del Suelo de Canarias es una oportunidad. Especialmente para los Ayuntamientos. Es una ley innovadora, y poco previsible, porque en lugar de frenar impulsa, y si la utilizamos bien, puede promover e intensificar la innovación de todo tipo en las ciudades de las Islas.

La ciudad es un gran ensayo, un experimento constante y colectivo que construimos, día a día, entre todos. Todas, las ciudades grandes y pequeñas, las más urbanas y las que se van construyendo en entornos más rurales, son lugares donde surgen ingentes problemas y se encuentran soluciones. Son terreno fértil para la ciencia y la tecnología, para la cultura y la innovación, para la creatividad individual y colectiva.

Las ciudades desempeñan un papel fundamental como motores de la economía, como lugares de enlace, creatividad e innovación, pero ¿cómo seguir siendo motores cuando los límites administrativos, los problemas y la lentitud de la planificación y contratación pública ya no reflejan la realidad física, social, económica, cultural o medioambiental del desarrollo urbano, y se necesitan nuevas formas de gobierno más flexibles?

Por eso me parece tan admirable y oportuno el artículo 32 de la nueva Ley del Suelo de Canarias, porque crea una cantidad extraordinaria (tan grande como pueda ser nuestra imaginación) de nuevas posibilidades para una creación veloz de nuevos espacios públicos y sociales.

Básicamente este artículo 32 lo que permite es la autorización de usos y obras de carácter provisional no previstos en el planeamiento, en cualquier clase de suelo, cuando se cumplan una serie de requisitos muy básicos y muy fáciles de cumplir: que se trate de un uso o de una obra provisional, que dicho uso u obra no se encuentre expresamente prohibido por la legislación ambiental o urbanística aplicable y que la implantación de dicho uso provisional no dificulte o desincentive la ejecución de la normativa vigente para el lugar concreto donde se quiera implantar ese nuevo uso.

Por supuesto, el otorgamiento de licencia para obras y usos provisionales operará siempre a título de precario, pero ¿a quién le importa si todo en la vida es precario y nada es para siempre, si nos permite vivir y experimentar con la ciudad nuevos usos que hoy provisionales pueden ser recogidos más adelante en otras leyes o planes? ¿No es acaso la provisionalidad la categoría clave para comprender la filosofía de nuestra época? Todo es provisional, líquido, como le gustaba decir a Zygmunt Bauman.

Hoy en día, en Canarias, muchas ciudades se enfrentan a una seria amenaza de estancamiento o retroceso económico por la lentitud administrativa que lo frena todo. Tampoco se atiende a la disparidad social con la debida rapidez, y para trabajar por la regeneración urbana y la mejora del atractivo de su entorno de la mano del sector público local a veces hacen falta herramientas como la que este artículo pone ahora en nuestras manos. Herramientas provisionales pero veloces, capaces de innovar. Capaces de cambiar los espacios de la ciudad. Porque en el futuro solo habrá dos clases de ciudades: las rápidas y las muertas.

La presencia constante de la historia en las ciudades europeas es resultado de miles de actos públicos y privados que sucedieron a lo largo de los siglos, tanto en la estructura física de las ciudades como en la sociedad urbana. Esos actos no siempre fueron pensados como permanentes, sino como provisionales, y sin embargo algunos han pervivido hasta nuestros días y hoy forman parte de nuestra historia colectiva. La presencia de la historia se hace evidente y visible en la vida cotidiana de los ciudadanos, cuando caminamos en sus calles, y nos condiciona, nos diferencia y nos configura como los ciudadanos que somos ahora, llenos de referencias del pasado y de sueños de futuro. Sueños que queremos ver hechos realidad.

*Abogada y doctora en Arquitectura. Profesora de Gestión de Destinos de Turismo Cultural de la Universidad Europea de Canarias