Ir al cine se ha convertido en un lujo. Hacía un año que no iba y en quince días he visto dos películas. Pero si bien tengo ganas de volver, la broma sale una pasta gansa. Máxime si tienes en cuenta lo que los economistas llaman "el coste de oportunidad", es decir, la cantidad de cosas de las que podrías disfrutar si en lugar de gastar tu dinero en este menester lo gastaras en otros. Acudir a una sala un día cualquiera ronda los 8,10, y una Coca-Cola y unas cotufas medianas 8,50: por persona. Es decir, que si van dos personas la friolera es de 33, 20 euros. Claro, que siempre habrá algún iluminado que pueda decir que si vas los miércoles resulta más barato, solo que el cine es como el sexo, te acercas cuando te apetece. Si la cosa se hace cuando solo le conviene al otro, más que un goce la cosa es una tortura.

Y las salas están prácticamente vacías. Ya no hay última fila, ni lote ni beso con lengua, ni acomodador, ni planta alta. Ya no hay cantina ni timbre de aviso. Pero el sector de explotación de salas en centros comerciales va a tener que cambiar. Las plataformas digitales están arrasando y hay estrenos mundiales que ya no se harán en cines, sino en plataformas televisivas "online" que excluirán a las salas. El progreso llega arrasando y sin piedad. Y a estos empresarios los desplazará; exactamente igual que ellos desplazaron el modelo de cine anterior. Y esto se acelera cada día porque más que un lujo, ir al cine es un atraco a mano armada.

@JC_Alberto