La semana pasada dejé mi comentario sobre el emblemático edificio de la calle José Murphy esquina Castillo, algo inconcluso. Me quedaron unos cuantos recuerdos en el tintero, y entre ellos haber resaltado la importancia de esa calle en el carnaval de la capital.

Muchos comercios significativos tuvieron presencia en esa calle. En la acera frente al edificio había una tienda de calzados y sombreros que se denominaba Ezquerra, y justo al lado la tienda de un hindú al que llamaban Blanquito. Siguiendo hacia San José estaba la casa de los Orozco, cuyo patriarca, don Andrés Orozco Batista, fue ministro de la Guerra durante la República. Recuerdo a sus hijos, en especial a Miguel, que trabajaba en la casa Olsen. Había además varios despachos de abogados, algunos ilustres. En la planta alta se encontraban oficinas de diversos tipos, en concreto una de un señor que representaba calzados, cuya hija mayor se casó con Juanito Díaz, apodado el "Birria" por su pasión por el Tenerife y que siempre iba vestido de negro. Y también había una tienda de lanas de una señora muy guapetona y hermosa.

Los bajos del edificio en el que trabajé diez años, con entrada por Castillo, albergaron el Banco de Vizcaya, después la Mutualidad Laboral y hoy en día hay una preciosa perfumería. Pasada la puerta principal estaban los Almacenes Sayler y otro hindú, donde años más tarde se montó la sala de fiestas La Bella Nápoli, y al lado estaba Glomer, de mi buena amiga Gloria, a la que envío un fuerte abrazo. La sala de fiestas fue idea de un italiano llamado Alviani, que se casó con una hija de los Rodríguez Franco de La Orotava. Vino como director de cine y rodó una película titulada "El reflejo del alma". Utilizó extras locales, y entre ellos participó mi entrañable amigo Francisco del Rosario, una persona especial. La esposa de Alviani tuvo una tienda de ropa de clase en la plaza del Chicharro haciendo esquina a Villalba Hervás. El local de la sala de fiestas albergó años después la Cafetería Corinto, de mi entrañable amigo Federico Rodríguez, emprendedor, sociable y gran comerciante.

Como indiqué la semana pasada, en la primera planta del edificio estaba la Mutualidad, enfrente un agente de aduanas llamado Moreno y al lado el consulado de Mónaco. En la segunda planta a la izquierda, las oficinas de Estadística donde trabajó un presidente del Tenerife, José Antonio Plasencia, y al lado un despacho de abogados, entre quienes estaban don Fernando Arocena Paredes, que después se mudó a Castillo, y también don Imeldo Bello, hombre listo que marchó a Madrid y montó una imprenta que se quedó con la exclusiva de todos los impresos de los Ministerios. El resto de locales eran la oficina de Vidriera Canarias, la de Aguas de Tenerife, y los abogados Pedro Sevilla y Jaime Corrales. En la tercera planta estaba el Canal la Unión, la casa de costura Defrosterus, y la agencia de publicidad Ideas Eya, donde conocí a la gran Mari Cruz Domínguez, de Cope. La cuarta planta eran viviendas, y recuerdo a una inquilina en concreto, una griega llamada Galiope Condopoulos, que mantenía con el portero discusiones muy acaloradas porque no le dejaban bajar a los perros en el ascensor. Era muy refunfuñona. La azotea era una gran terraza con tendederos y pequeños trasteros para cada local o vivienda. En la nuestra teníamos cincuenta jaulones de canarios, que aseaba, les ponía agua, alpiste y alguna hojita de rábano. Había que atenderlos todos los días del año, festivos incluidos, y lo hacía al mediodía para después echarme allí la siesta.

No es la primera vez que hablo de mi experiencia en ese edificio, pero hay amigos y conocidos que insisten para que cuente cómo era la vida, el comercio o las relaciones sociales en esa época. Al fin y al cabo, uno se convierte en lo que es por sus vivencias.

Termino con una broma, cosecha de un amigo, a costa del robot de la Casa Elder de Las Palmas, que dice que es un delantero fichado por la Unión Deportiva, que habla canario y diez idiomas, y es el nuevo atractivo para la ciudad. No sé quién lo ha pagado, pero deberían traer otro para Tenerife.

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