Sin destino. Me fascina el futuro. Por incierto. No piense que renuncio a vivir el presente o que reniego del pasado, en absoluto. Como epicúreo practicante disfruto la vida con inmediatez y los recuerdos, ¡ay!, jamás imaginé su importancia hasta que el fantasma del Alzheimer entró en casa. Somos una acumulación de momentos, buenos y malos, felicidad, tristeza y arrepentimiento, todo sirve para ser mejores personas, material de relleno donde cimentar el futuro. Me encanta, decía, me he vuelto no determinista, es decir, que no creo que el destino esté escrito. Haga la prueba, tome una decisión, una cualquiera, una grande -cambie de trabajo- o una pequeña -cruce de acera-, y observe como se desencadena una nueva realidad. El efecto mariposa, ¿se acuerda?: el aleteo de una mariposa en París provoca un ciclón en Tahití.

Voluntad. "Podría escribir el futuro de cada uno de ustedes en un sobre y no me equivocaré", sentenciaba don Cándido Gutiérrez y Gutiérrez en primero de carrera. No lo entendíamos entonces, ahora sí. Nunca supe si lo hizo ni el resultado, en su caso. En realidad tanto da, hablaba de actitud y nos enseñó una lección impagable. Su historia personal es un testimonio al que recurrir cuando no se ve la luz al final del túnel: aprendiz en una mina asturiana se vino a Tenerife a trabajar en la construcción, estudiaba por las noches, sacó su bachillerato, su título universitario y su plaza de profesor titular; uno de los buenos. Perseverancia, esfuerzo y tenacidad: el futuro se modela a voluntad. Claro, hay que tenerla.

El timón. Salvo hecatombe natural o guerra nuclear, que entonces nos importará bien poco, el paso de los años nos ofrece algunas certidumbres que no debemos obviar. Que vamos a morir, por ejemplo, que se verán mermadas nuestras facultades físicas y mentales o que llegará el día en el que no tendremos las ganas ni el cuerpo para ganarnos el sustento. No soy pesimista, ¡eh!, no me lo permito, es la pura realidad. Por tanto, salvo que renunciemos a llevar el timón de nuestra mundana existencia que incluya el traspaso de poderes a un tercero, resulta inteligente tener pensado un plan de contingencia. En lo material: ahorros, una vivienda con ascensor o cambiar la bañera por plato de ducha; en lo espiritual alguien que te quiera y que te cuide. Enfrascados en este debate una amiga me dice que nada de eso, que ella, cuando perciba el deterioro, optará por el suicidio; ilusa, le respondo, no sabrá encontrar el día, querrá disfrutar uno más y después otro, hasta que se olvide de que esa fue su opción. Estamos programados para sobrevivir, a cualquier precio.

Pistas. "No hables de futuro es una ilusión cuando el rock&roll conquistó tu corazón". Loquillo y Trogloditas tocan magistrales la poesía de Sabina. Porque el rock tiene eso, que se mete dentro, -la batería, las guitarras eléctricas y la puesta en escena- atrapados en letras inmortales con la emoción del espectáculo, no hay nada igual. La Internet, con todos contenido a un click, no puede competir con la adrenalina de la música en vivo: tonifica, rejuvenece y da esplendor. Las experiencias desbancarán a lo material en nuestra escala de valores: la música, el cine, el deporte, el entretenimiento en general.

Aguardo impaciente. No sé si será un robot o una forma nueva de concebir lo cotidiano, no lo sé porque no está inventado, pero estoy seguro de que dejaremos de hacer las labores domésticas, son una lata y alguien habrá que se ponga a ello. La tecnología al servicio de las personas. Mola el futuro.

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