Que el PSOE se alineara con la Constitución del 78 y contra la ruptura unilateral del modelo de Estado fue un espejismo. Pedro Sánchez ha vuelto a situar a los socialistas en una extraña indefinición, confundiendo lo sentimental con lo jurídico; la plurinacionalidad con la soberanía. Cataluña sigue siendo una charca donde se enfanga la claridad.

En el debate de la moción de censura se escenificó una vaga coincidencia entre el mensaje de los socialistas y Podemos en torno a la cuestión catalana. La respuesta al problema pasa por reformular el modelo de Estado previsto en el título octavo de la Constución y profundizar en la vía federal.

El problema es que en este país no cabe mucho más rebenque. El Estado Autonónimo es de facto un modelo federal. Profundamente federal, en algunos casos. Cuando se habla de que España es una nación de naciones o una nación "plurinacional" o algún otro eufemismo parecido, no se está dando solución a nada. Se está gastando saliva. España puede ser una nación. O diecisiete. Da igual, porque ese no es el puñetero problema. El asunto es lo que es España jurídicamente hablando. Y lo que quiere ser Cataluña no es una nación, que ya lo es, sino un estado independiente, con soberanía propia.

Que Pedro Sánchez haya "dulcificado" la posición del PSOE en torno a la independencia de Cataluña puede ser meramente instrumental. Un decorado para que el paisaje no entorpezca el camino a la Moncloa. Para ser presidente Sánchez tiene que contar con el apoyo de Podemos, sus convergencias y los independentistas catalanes. Y esa es una buena razón para que el discurso del socialismo sanchista abrace una parte de las reivindicaciones del soberanismo.

Lo que pasa es que Sánchez no se entera. Porque si cree que puede contentar a las fieras con un pedacito de carne es que no ve, ni escucha, ni, sobre todo, entiende nada del alcance del reto planteado por el soberanismo que pretende implantar a las bravas la república independiente catalana. Los independentistas están ya en ese momento en que el avión ha rebasado el punto en el que pueden suspender el despegue: ya no están por las palabras, sino por el choque.

¿Está dispuesto el nuevo socialismo español a coquetear con las pretensiones de Cataluña a cambio de una incierta presidencia del Gobierno? Es difícil de imaginar. Incluso una reforma federal de la Constitución que se cargue los fondos de solidaridad entre territorios (los más ricos dejarían de financiar a los más pobres) chocaría frontalmente con los conceptos de justicia social que hasta hoy han sido la bandera de la socialdemocracia española.

Por eso resulta tan difícil de entender ese confuso viaje a ninguna parte que ha iniciado Sánchez con esa parodia de acercamiento a un lugar donde no puede ir. "Cuánto podemos avanzar juntos? ¿Diez, veinte, cien metros...? ¿Podemos llegar hasta La Moncloa? No lo sé pero lo importante es que hagamos ese camino juntos" se ha preguntado y contestado Sánchez. Pero sobre la mar no hay caminos, salvo en la poesía, sino naufragios. Que es a donde vamos todos de cabeza.