Desde la hora cero y con una resaca que crece sin pausa, el protocolo y/o su estricta aplicación opacó la celebración de los cuarenta años de democracia, que reunió a los representantes de los poderes del Estado, Senado y Congreso, expresidentes, ministros, líderes, titulares de las Comunidades Autónomas y legisladores constituyentes, sesenta de los cuales recibieron las medallas de la efeméride. No acudieron los parlamentarios de Esquerra Republicana de Cataluña, Bildu y Compromís.

Ana Pastor, presidenta de la cámara baja, y Felipe VI trataron en sus discursos de los logros de las últimas décadas y apostaron por un futuro de unidad y convivencia. El monarca recordó que, fruto del diálogo y del consenso, la Carta Magna de 1978 asume y garantiza "la diversidad territorial y el autogobierno de sus nacionalidades y regiones". Se remontó a las voluntades de entendimiento abiertas por la Pepa "para alertar contra la España de épocas posteriores, marcada por la falta de respeto a las convicciones ajenas y la imposición de la propia verdad sobre las verdades de los demás"; ponderó los valores de la Restauración borbónica, los méritos de los "gobiernos del turno" y expresó su "gratitud, homenaje y admiración" a su padre, ausente de la solemne sesión y, por ende, protagonista central de la misma.

Criticada por fuentes de su entorno, que confirmaron su irritación, la ausencia del rey emérito convirtió en anécdotas los carteles independentistas, la fallida repulsa a Martín Villa pedida por Podemos y el homenaje a las víctimas del franquismo, celebrado en un salón del Congreso, a instancias de dicho grupo y otras formaciones de izquierda.

Comentada por personalidades de todo signo en informativos y tertulias audiovisuales y editorializada en rotativos y digitales, la explicación de la Casa Real argumentada sobre motivos protocolares fue insuficiente ante una densa polémica que se prolonga incluso en medios de inspiración monárquica, que, con amarga ironía, censuran "el protocolo y las formas tan mal interpretadas" y se hacen eco de la indignación sin tapujos y las críticas de políticos cercanos y amigos de Juan Carlos I, que recuerdan su papel en la historia reciente y anotan con gruesos caracteres "el incomprensible error que acabó en pleito de familia".