Localizo sus recuerdos más antiguos en una ciudad recatada y rumorosa que llevaba con dignidad sus labores y carencias y organizaba, con voluntarioso ingenio, sus ocios y regocijos. Vivas en todos los sectores, las históricas dicotomías -Naval y San Francisco, Tenisca y Mensajero, galleras de Arriba y Abajo- aceleraban el pulso ciudadano y marcaban su calendario.

Antonio Sosa Rodríguez (1940-2017) fue un excelente y admirado guitarrista que, en un ambiente donde privó siempre la música, tuvo una cuota de popularidad añadida a sus cualidades personales -fue laborioso, honesto y afable- y su presencia fue capital en la memorable Rondalla del Salvador y, más aún, en el Trío Asieta, un lujo de inspiración y excelencia en el tiempo y la distancia. Toño Sosa -así lo llamaré desde esta línea-, guitarra y segunda voz; Siso Gimeno, el mejor entre los cantantes palmeros que he conocido, y Rosa Nelly Cáceres, una solista de sentimiento y dulzura irrepetibles, tuvieron en su selecto repertorio los temas grandes de San Remo y exquisitas canciones de las tres Américas.

En la madurez y con los brotes de añoranza de los que nadie se libra, participó activamente en las actuaciones y grabaciones de Renacer, un valioso empeño que mantiene vivos el cancionero mestizo y el estilo inmemorial de La Palma.

Vinculado laboralmente a la Trasmediterránea, de la que fue apoderado y delegado insular, fue también consejero del primer Cabildo democrático entre 1979 y 1983 y fundador del Centro de Iniciativas y Turismo, sector cuya promoción defendió con un modelo propio, respetuoso con el medio ambiente y el paisaje, como alternativa imprescindible para diversificar la economía.

Como todo pionero, enfrentó su fe en las potencialidades de su tierra, su visión de futuro, su entusiasmo y entrega contra el inmovilismo cenizo que, en ciertos ambientes, es vicio y doctrina.

Tras larga espera, el marco legal favorece ahora sus sueños y, por eso, nos resulta aún más triste su ausencia.

Con el aliento solidario a su viuda -nuestra amiga Piedad- hijos y familiares, añoramos su figura amable, su saludo general, su permanente disposición a la charla sobre los asuntos frescos -porque las noticias se valoran como el pescado- y su elegancia, discreción y cordialidad; y, sobre todo, su sonrisa presta, que era, es y será, un valor y un lujo en las horas encanalladas por las que pasamos.