Directiv@ y líder son dos términos que con mucha frecuencia se nos presentan de la mano, además de darnos la sensación de estar asociados entre ellos, e incluso de ser adjetivo uno respecto del otro. Nada más lejos de la realidad. Puntualizamos que para ser directivo "a secas" solo haría falta tener una responsabilidad en la gestión de la empresa, por pequeña que esta sea, y por pequeña también que sea la organización a la que pertenecemos. Ser buen directivo es otra cosa. Y ser buen directivo y además ser líder requiere de muchísimo más. Para ser ambas cosas se necesita tiempo, mucho esfuerzo, preparación, tenencia de determinadas habilidades y competencias y, sobre todo, una actitud humilde y una probada capacidad de "servir" y "querer servir" a los demás.

Ser buen directivo y líder a la vez no es tarea fácil, y en consecuencia, aunque nos pese, estas personas no abundan todo lo que nos gustaría. Nos referimos a personas que están dotadas de un cariz especial, personas singulares y que brillan con "luz propia". Líder indiscutible fue la madre Teresa de Calcuta. Ella decía que "el que no servía para servir, tampoco servía para vivir". Teresa de Calcuta es el exponente de los dos atributos que identifican el liderazgo: generosidad, condición innata y determinante de todo buen guía de equipos, y humildad, actitud que sólo está al alcance de l@s grandes.

Un viejo refrán venía a decir que si querías conocer de verdad a alguien había que darle poder. Es verdad: con mucha frecuencia, cuando a una persona se le designa por vez primera para un cargo en la organización, casi al instante se desencadenan en él una serie de reacciones que, en determinados casos, pueden incluso llegar a modificar rasgos de su propia personalidad. Lamentablemente, ese y otros cambios que se producen por la nueva situación no suelen ser del todo buenos, sino más bien lo contrario.

Con más frecuencia de la que sería razonable, accedemos a nuestras primeras responsabilidades directivas sin la efectiva preparación y sin haber atesorado la experiencia mínima necesaria. Así se escribe la historia de muchísimos directiv@s y también de muchas empresas que, conocedoras de esa consabida consecuencia, aceleran en lo posible los programas de desarrollo en habilidades y competencias, acudiendo a programas de acompañamiento y crecimiento profesional, de gran ayuda para el profesional novel.

En este sentido, la mejor formación que podemos ofrecer a los directiv@s que empiezan es el ejemplo. Los directiv@s "seniors" tienen la obligación moral de enseñarles el buen camino, y además mostrárselo a través del ejemplo, e incluso si estos se dejan, acompañarlos para que la "estancia en la escala de grises" sea lo más corta que la tozudez permita; esa es la manera de asegurar que los efectos por falta de experiencia causen el menor destrozo en la empresa y, por encima de todo, evitar que esos efectos puedan causar algún daño en las personas que les rodean. Enseñar bien es como enseñan los "buenos amigos", porque ellos nos dicen siempre la verdad; están cuando tienen que estar, y nos dicen no lo que querríamos oír, sino lo que debemos escuchar. Esas personas, que están muy cerca de nosotros, representan la mejor guía que podríamos tener.

Desde la perspectiva de haber padecido nuestros propios errores, nos atrevemos hoy a aconsejar a estos directiv@s que empiezan su andadura profesional a que abran bien los ojos y busquen esos "buenos amigos" de los que les hemos hablado. Buscar y encontrarlos, porque están muy cerca de nosotros y, además, aunque no lo creamos, nos esperan. Propóntelo de verdad y a partir de ahora atiéndelos y escúchalos: sus palabras y su ejemplo serán buenos siempre y para siempre.

*AED Canarias

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