La caridad es un gesto tramposo, cargado de compasión de marca blanca y de estúpida magnanimidad. Debería existir un departamento lingüístico y ético contra una palabra vociferada y ejecutada por aquellos que se creen salvadores de la moral que tienden la mano al pobre para después higienizar lo ofrecido. En sus palabras previas al rezo del Ángelus, el papa Benedicto XVI dijo que "la justicia y la caridad no se oponen, sino que ambas son necesarias". Las limosnas las cargan los que quieren visibilidad, despojados del supuesto altruismo que reina en los altares de la pobreza de espíritu y siempre mirando a la galería. Para los clérigos seculares la limosna, esencia de la caridad, ha sido desde el principio de los tiempos enseñada como mandamiento de virtud; y eso que para los comunistas y los cristianos el hombre está obligado a compartir sus bienes con los necesitados, o por lo menos eso es lo que se presupone. Los políticos han conseguido confundir la justicia y el derecho con esta supuesta virtud de los buenos de corazón. Fotos depositando euros en los candelabros de aquellos que pueblan las calles de nuestras ciudades o instantáneas sirviendo el potaje en centros sociales son el panorama apropiado de una clase política al servicio de las elecciones; la estampa de cada cuatro años que seguimos consumiendo sin sosiego. Recuerdo a Ignacio González, del "exitoso" Centro Canario Nacionalista (CCN), de camino a las cuevas de los barrancos con el objetivo de hablar con sus inquilinos y demostrar lo preocupado que estaba por las condiciones de vida de cientos de personas que pueblan la pobreza en la capital de la isla. Otros imitaron sus estrategias pero de una forma menos inmoral, tomando como referencia los patrones que consisten en evitar estar en el foco de la crítica ante tan pobre gesto. Decía el poeta Luis García Montero que la gran estafa es la caridad. Los grandes estafadores son todos los que están sustituyendo los derechos sociales y la sanidad pública por la caridad. Para ilustrar esta tesis, proponía que "no es que tú tengas derecho a un buen hospital, a un buen trato en la frontera, a un trabajo, es que yo soy bueno durante los cinco minutos que hacen falta para dar una limosna. Los que verdaderamente han dedicado su vida al trabajo social no aceptan que se confunda su militancia con la caridad". En España somos expertos en caridad y en regalar limosnas, para los dependientes, para los inmigrantes y, sobre todo, para aquellos que confían en un cambio de rumbo que nunca llega ni llegará a tenor del ritmo que marca la política patria. Hasta los sindicatos practican la caridad con la concesión de derechos laborales fundamentales, las irregularidades en la organización, las opacidades y la contrastada falta de transparencia. La justicia social y emancipadora seguirá siendo una entelequia mientras los que gestionan esa virtud sigan anclados en la política del pan diario, esa que solo te quita el hambre del momento.

@LuisfeblesC